Me desmotiva un poco escribir en tiempo de vacaciones porque sospecho que muchos lectores están más interesados en relajarse que en leer opiniones sesudas. Entonces, qué mejor ocasión que rendir un homenaje a la sabiduría de mi abuela, una mujer del campo que hablaba mediante dichos y refranes y cuyas píldoras de ingenio he repartido con parsimonia en muchas de mis columnas.
Para empezar me ha sido de mucha ayuda su sentencia "machista": "No se puede tener la botella llena y la mujer borracha". En la vida siempre hay compromisos y el desafío consiste en hacer el mínimo esfuerzo para obtener el máximo beneficio.
A los nietos, que en broma le decíamos que nos reparta sus bienes que ya estaba muy vieja, nos respondía: "Cuidado que mueren más corderos que ovejas". De hecho, murió a raíz de una cirugía de hernia a los 88 años, después de haber recibido siete veces la Extremaunción y recuperarse puntualmente siete veces. Mis tíos se negaron a que haya una octava vez.
Como cabal mujer del campo, se levantaba muy temprano. De hecho detestaba la cama: "En la cama muere la mayoría de la gente", afirmaba sin citar estadísticas. Un dicho suyo me persigue hasta hoy y me obliga a levantarme temprano: "Siete horas un cuerpo, ocho horas un puerco".
Cuando le informé que me iba a Sudamérica como voluntario para realizar un servicio civil alternativo al militar, me contestó enigmáticamente: "?l que no sirve para el rey no sirve para la reina". Supongo que era un eslogan de fines del ´800 para que las familias no se resistieran a enviar a sus hijos a las armas. Curiosamente, algo similar lo encontramos hoy entre nuestros campesinos.
Mi abuela era bajita y por eso se atribuía el noto refrán: "En la botella pequeña está el perfume más fino". A lo que mi abuelo solía añadir: "Y el veneno más mortal".
Su consejo a los nietos que se casaban era siempre el mismo: "Cuidado con el cirio, que la procesión es larga", una indiscutible referencia a las procesiones religiosas en las que se llevaban cirios encendidos que, mal cuidados, se consumían en el trayecto. A propósito de boda, solía bromear diciendo que en ella la Iglesia empata: "Pierde una virgen y gana un mártir". Ya mayor, yo le contestaba que eso tal vez sucedía en sus tiempos, porque en los nuestros la Iglesia sólo ganaba.
Frente a la maldad de algún personaje, sentenciaba que "?l que roba poco va a la galera, él que roba mucho hace carrera". No obstante, su optimismo la llevaba a afirmar que en toda persona hay un lado positivo. ¿También Hitler?, le encaraba yo. "Adolfo no fumaba", me contestaba con su peculiar humor, que me transmitió junto al sarcasmo. De una vecina, que era blanco de chismes, decía que era una mujer de notables virtudes, pero que tuvo la desdicha de casarse con un cornudo.
Sin ser ecologista, sabía que "La tierra la tenemos no como herencia de los padres, sino como alquiler de los hijos". Reemplacen tierra por gas y tendrán una perfecta aplicación a Bolivia. Asimismo, a los promotores de la Ley de Incentivos les caería bien el dicho "No hay que vender la piel del oso antes de haberlo cazado".
De mucha actualidad es una sentencia sobre el poder efímero: "Para inclinarse ante un enano hay que agacharse mucho", a veces hasta tocar los cordones de los zapatos.
Nunca olvidaré su manera de inculcarnos valores: "La soberbia sale a caballo y vuelve a pie", o "La mejor venganza es el perdón".
Y, para terminar, una de mis preferidas: "La diferencia entre un obrero y un intelectual es que el obrero se lava las manos antes de mear, el intelectual lo hace después".
En fin, como diría Sacha Guitry, "Lo poco que sé lo debo a mi ignorancia" y, en mi caso, a los dichos de mi "nonna Assunta".
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