Cuando se efectuaba el proceso constituyente en Bolivia para reformar "totalmente" la Constitución de 1967 que entonces regía, una gran Constitución por estar muy apegada al justo medio, hubo ciudadanos que se oponían, cual era su legítimo derecho, al proyecto que intentaba reemplazar aquella gloriosa Carta Política.
Dicho proyecto era radical, desintegrador de la nación que es el patrimonio espiritual, ético y moral supremo que tenemos los bolivianos. Entonces hubo manifestaciones por la prensa mediante artículos, debates, exposiciones de los motivos por los cuales no era conveniente la abrogación y reemplazo de la Constitución del 67.
En las calles hubo también manifestaciones que fueron reprimidas violenta y fatalmente por el régimen que a la fecha sigue a la cabeza del Gobierno en Bolivia. El país estaba, pues, sumido en un caos que amenazaba seriamente la estabilidad y la vigencia misma de Bolivia.
Entonces, en octubre de 2008, surgió, cual milagro, un acuerdo solemne en el Honorable Congreso Nacional, el cual constituyó una Comisión especial de concertación, con amplias facultades constitucionales y la que estaba integrada por representantes tanto del oficialismo como de la oposición. En esta Comisión se llegó al acuerdo, repetimos, solemne de tomar en cuenta el primer mandato de Evo Morales y de Álvaro García Linera para aplicar la figura de la reelección, permitida por una sola vez en la Carta hoy vigente. Reelección que se cumplió en diciembre de 2009.
Así púsose en vigencia la Ley Suprema que hoy rige en Bolivia, con ese acuerdo solemne, con esa determinación cabal. Algo más, con esa transacción positiva que salvó a Bolivia de su ya casi inminente destrucción.
En abril de 2013, el Gobierno y el Tribunal Constitucional Plurinacional prevaricaron, esto es, tomaron una decisión manifiestamente contraria a la Constitución, Ley máxima, en favor de unos cuantos -los poderosos de hoy- y en desmedro de la Nación y del pueblo de Bolivia que históricamente se ha caracterizado por su respeto a la Constitución aunque ahora se lo haya adormecido con las medidas demagógicas y envilecedoras del doble aguinaldo o de bonos demasiado superficiales. La responsabilidad penal de ese Tribunal Constitucional está aún pendiente de ser establecida y sancionada como corresponde.
Hoy estamos ante una situación harto azarosa: se intenta reformar la Constitución que, aunque quien escribe haya desplegado ardua campaña en su contra y para que no entre en vigencia, siendo aún un proyecto, hoy la suscribe como la Ley Suprema que rige en su país, en su patria. Y la respeta, mal grado no le guste, aunque sea una Constitución que preconiza el racismo y la esclavitud. Para esto es fuerza luchar por derogarla y erigir una Constitución acorde a la gloriosa tradición política y constitucional de Bolivia.
Ahora se intenta, decíamos, modificar esta Carta fundamental sólo para prorrogar un mandato ya violatorio de nuestra Constitución. Este es un atentado que no debemos, por nada del mundo, permitir se consume.
La violación infame del acuerdo que tenemos dicho es tanto más grave -de por sí ya lo es- cuando pensamos en que todo esto se hace para alargar una proceso que se ha caracterizado y se caracteriza por la disolución de la nación boliviana y todo lo positivo que ello importa, incluido el retraso y el perjuicio que se infiere a la correcta y verdaderamente posible reivindicación marítima de Bolivia, un asunto de grande importancia para el destino del país, ya que un pueblo y un Gobierno que no respetan ni cumplen acuerdos solemnes internos y que no respetan ni cumplen su Constitución en una disposición fundamental, no son ni un pueblo ni un Gobierno dignos de hacer cumplir un acuerdo con una nación semejante, por ejemplo el acuerdo con el que cesó la guerra de 1879: que Bolivia debía conservar salida libre y soberana al Mar Pacífico.
El pueblo de Bolivia puede en veces ser engañado, las debilidades humanas y la tentación del dinero por el dinero es un mal de nuestro tiempo, contra el que habremos de combatir. Tenemos fe, empero, en que están vivas las fuentes genuinas de la nación boliviana o sean las cualidades morales que en nuestra historia han hecho de los bolivianos un pueblo digno y respetable. Seamos dignos, otra vez, de este que no es sólo un nombre. Seamos, una vez más, bolivianos.
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