Tras las cábalas de todo tipo que son práctica común en nuestra población, el año nuevo comenzará en su más práctica realidad. Las doce uvas, arreglar la maleta, subir gradas, dar una vuelta el manzano, contar billetes, mejor si fueron dólares, estrenar una prenda íntima de especial color, brindar con champan y el complemento de los abrazos y besos, comienza de veras el nuevo espacio de días, semanas y meses abriendo nuevas alternativas en nuestra vida cotidiana.
Sin embargo, lo más importante, lo más seguro, lo imperiosamente necesario, ha tenido que ser el acercarse al Hijo de Dios, con una franca oración, un agradecimiento por lo del año pasado y un pedido sincero de tener sus bendiciones en la nueva alternativa de vivir siempre bajo su amparo y protección, esa es la esencia de la fe y la esperanza.
La realidad viene luego y hay que entenderla en la dimensión de lo que acontece en cada hogar, en nuestra ciudad, en el país e incluso en el mundo, porque aquí y ahí vivimos y sentimos lo que trasciende desde fuera y atraviesa fronteras y hasta los límites de nuestro entorno más íntimo.
Debemos entender que son muchas las cosas que tendremos que sopesar, entre las buenas, algunas regulares y ojalá sean pocas las malas, pero en todo caso el cumplimiento y la satisfacción de que se cumplan nuestros anhelos, será un factor de inquietudes compartidas, aunque las responsabilidades se darán en la medida que autoridades de todos los niveles cumplan sus ofertas, hagan realidad sus promesas y ejecuten proyectos con verdadero sentido social.
El vivir bien es un derecho de todos, alcanzar tal objetivo debe ser misión inexcusable de autoridades comprometidas con trabajo y servicio a la comunidad, de ahí que al comenzar un nuevo año, es menester recordarles a quienes están al mando de la cosa pública que las tareas que han asumido por propia voluntad y el respaldo popular, tiene obligaciones para cumplirlas en la dimensión de las necesidades colectivas y las posibilidades de hacer realidad esos anhelos.
Algo que preocupa a la colectividad y es un tema que se arrastra todo el año, es el mal uso de los recursos fiscales, el dinero del pueblo, que lamentablemente no tiene destino efectivo cuando se lo gasta maquillando obras mal hechas y se posterga la ejecución de proyectos de verdadera necesidad social. Es necesario que se prioricen los programas de saneamiento básico, muy publicitados en campañas electorales y luego aparentemente entrepapelados en los canastillos de la burocracia administrativa.
Los intereses partidarios o de grupos ciudadanos, arrastran en su vaivén a los menos firmes en sus convicciones, de ahí que el estricto sentido de servicio y solidaridad con el pueblo se convierte en un manido pretexto de acercarse a la gente con programas ostentosos pero de poca utilidad en la perspectiva de brindar salud, comodidad y seguridad a la mayor vecindad. Hay que atender a la gente en sus premiosas necesidades, que no son precisamente las que se mitigan con pintura o algunos kilos de asfalto.
Comenzó un nuevo año y por encima de las cábalas, está la esperanza de fe de todo un pueblo en la bienaventuranza del Ser Supremo que obrará positivamente en las acertadas decisiones de nuestras autoridades. No perdamos la esperanza, todo es cuestión de fe, exijamos nuestros derechos.
Fuente: La patria
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