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Domingo 03 de enero de 2016

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Revista Dominical

Dejar de vivir en la oscuridad nos convertiría en mejores humanos

03 ene 2016

Por: Rosmeri Aguilar

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Atención, atención quizás estas dos palabras serán de gran ayuda para llamar a la reflexión, en alguna oportunidad pasó por nuestras mentes o nos percatamos que a nuestro alrededor suceden hechos que ignoramos o que tal vez preferimos no observarlos por el modo automático de nuestras vidas.

La respuesta surgirá inmediatamente en nuestro consciente, estoy segura, y si hago referencia a los pequeños detalles que podemos tener con seres de cuatro patitas (perritos) que necesitan tal vez de una sonrisa o un gesto humano para hacer más llevaderas sus vidas.

En reiteradas ocasiones las mejores señales de vida y aprendizaje se encuentran en los personajes menos pensados, hago especial énfasis en los descubridores de residuos, conocidos como los canes de nuestra ciudad, singulares seres que transitan de un sector a otro en busca de migajas, de comidas botadas en aceras o esquinas de calles o avenidas, con la única finalidad de aliviar estómagos que gruñen por el hambre, lenguas que casi pierden el color rosado por la sed y pasos lentos por el clima que hubo aquel día soleado, lluvioso o de viento.

Sería interesante y un buen ejercicio hacer lo siguiente con nuestra mente por un instante: imaginarnos que si no tuviéramos la oportunidad de comunicarnos a través de un lenguaje verbal y además tener la necesidad de alimentarnos y cobijarnos debajo de un techo, ¿qué recursos utilizaríamos para hacernos entender?, considero que la desesperación y angustia se apoderarían de nosotros. Es peor lo que tiene que vivir un animalito de la calle y, a esto se añade la catalogación de "un no te acerques a él porque está sucio o puede tener rabia", pero estas consecuencias no surgen porque él ha decidido ser así de un día para otro, sino por la falta de responsabilidad y conciencia de personas que los echan a la calle porque creció y no existe espacio para criarlo.

A partir de ello, las calles se convierten en los confidentes de largos y cortos trayectos, encontrando en el camino sitios para acurrucarse; entre basurales, puertas de casas, parques y otros.

Mucha gente piensa que los animales callejeros sobrevivirán de una u otra manera pero esto no es verdad, esta es una salida fácil que fuerza a algunas personas a negar la cruel realidad de la superpoblación de animales domésticos.

Pero frente a esta situación ningún animal que vaga por la ciudad puede durar más de dos años en la calle; termina siendo atropellado, envenenado o muriéndose de hambre y enfermo con sarna.

La compasión y el respeto por estos indefensos animales deberían considerarse elementales para construir una sociedad más caritativa, ofreciéndoles un hogar decente, lleno de amor, consideración y respeto. Pero tirarle unas migajas a un animal callejero y sentir pena por él por unos instantes, no proporciona ayuda, ni soluciona el problema latente.

El elemento que no se debe apropiar de nuestro lenguaje si tenemos bajo nuestro techo a un animalito de cuatro patas, es catalogarlos como objetos descartables que no sienten o escuchan lo que sucede a su alrededor; al contrario la confidencia y lealtad es su principal virtud.

Cuando vamos por la vida se nos presentan señales que muchas veces pueden indicarnos hacia dónde ir o qué hacer, ellas pueden ser una alerta de que algo acontece y llama nuestra atención para transformar y cambiar vidas. El énfasis surge no solamente con animalitos de la calle sino también con personas pequeñas, mayores o ancianos que levantan el brazo en señal de pedir ayuda y colaboración.

Dejar los anteojos no visibles ante los problemas de la comunidad es igual o peor a una persona que vive en la completa oscuridad, sin darse la oportunidad de dar la mano a quien la requiere.

Tener la antenita de ayuda prendida puede ser el único antídoto para lograr remediar la situación de abandono y desamparo de muchos animalitos inocentes.

Para tus amigos: