Viernes 01 de enero de 2016
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El nacimiento de un bebé es siempre una buena noticia y una bendicion, porque cada pequeño trae consigo una luz, y una esperanza. Trae en su pequeño regazo raudales de ternura y alegría, en sus ojitos se refleja la inocencia y el candor, y cuando sonríe y el rostro se les ilumina, en ellos podemos ver el destello de luz y de amor que para los padres y familiares es un pedacito de cielo.
Recuerdo haber escrito cuando nació mi primera bebé, que me sentía conmovida porque Dios me demostraba su confianza al otorgarme un hijo. Me estaba confiando una sagrada misión, la de criar, educar y amar a ese pequeño retoño, hasta que se convierta en un ser de bien, útil a la sociedad.
Al mismo tiempo sentía la más grande gratitud por poder estrechar en mis brazos ese milagro de la vida, ese milagro de amor que es un hijo. Con cada uno de mis hijos y nietos siempre sentí cómo que se me engrandecía el alma de alegría, de amor y de gratitud. Y siempre me alegro cuando un pequeñito ve la luz por primera vez y comparto el gozo y la alegría con los papás, pues sé que el nacimiento de un hijo es un hecho trascendental para cada padre, porque completa su vida, lo llena de motivación y le trae sobre todo mucha luz y alegría, porque cuando los pequeñitos descubren el mundo con maravillado asombro, los grandes volvemos a vivir.
Fuente: La patria