Jueves 24 de diciembre de 2015
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Cuando estamos próximos a festejar las fiestas de fin de año nuestra ciudad recibe a personas que llegan de diversos departamentos y provincias en busca de un regalo, en su mayoría madres, hijos y abuelas, que desean pasar una distinta Navidad en la ciudad, esperanzados en la solidaridad de otras personas.
Ahora es constante ver en las calles a niños munidos de pequeñas radios y sombrerito u ollita en mano realizando bailes típicos de su región que atraen la mirada del apresurado transeúnte.
Pero conversando con ellos la mirada y la perspectiva de un sencillo baile, se transforma en una lluvia de preguntas: ¿cómo llegan?, ¿dónde son alojados para pasar la noche lejos de casa? Teodora Gerba, por ejemplo, afirma que cuando llega por la mañana se queda a esperar la colaboración ciudadana, en cercanías de la plaza Manuel de Castro y Padilla, junto a Marcial (su hijo) y Flora, la bebé que carga en brazos.
La realidad y el peligro a los que están expuestos están entre los propios familiares o entre ajenos, así remarcó Valeriana, una mujer que en días pasados fue maltratada por su esposo. Ella acudió a instancias de la Defensoría de la Mujer para presentar su denuncia, pero el miedo y en algo la dificultad en su forma de comunicación, pues ella sólo habla quechua, le impidieron lograr su objetivo.
Fuente: La Patria