Estos días previos a la Navidad y lo que vendrá hasta fin de año, son de marcado ajetreo especialmente en las calles copadas por miles de vendedores que se dan modo para ofrecer toda suerte de productos, incluyendo comestibles, pasando por juguetes, baratijas, tarjetas y variedad de ropa. Transitar por esas vías es toda una osadía, más aún si también las calzadas aparte de los vehículos también tienen instalados puestos comerciales, revelar la instantánea del día, es para observar caos generalizado y nada más.
La situación de por sí genera desbordes nerviosos en la gente, casi todos dispuestos a estallar y proferir frases enojosas y en algunos casos inclusive propiciar agresiones físicas, es tal el desorden citadino que casi nadie se atrevería a programar el desarrollo de sus actividades dentro de límites aceptables en tiempo y espacio, imposible en la práctica.
Las autoridades policiales y especialmente las de Tránsito se convierten en pasivos observadores del desorden, alguna pitada ocasional del silbato policial, ni siquiera se lo toma en cuenta y en esa situación pesa fuerte la falta de educación cívica en la ciudadanía, lo que da paso a la falta de tolerancia y respeto, por tanto con sólo estos dos aspectos incumplidos, el resto es ya de imaginarse y admitir la fuerza de la irresponsabilidad colectiva.
Casi nadie quiere entender que cumpliendo y respetando las normas se puede lograr avances sustanciales en el modo de vivir ordenadamente, más aún si entre personas tolerantes se encuentran puntos de avenencia para disminuir una serie de irregularidades que pueden evitarse si se actúa con decencia, entendiendo las circunstancias de la ocasión y reflexionando en torno a cada estado de ánimo personal, para que no se transmita y se convierta en una falta colectiva, que en muchos casos confronta a ciudadanos y produce muchos daños.
El mal callejero, si así podemos denominar al problema que se produce en la vía pública, tiene su mayor incidencia en la poca o ninguna práctica de la educación cívica o la cultura ciudadana, en la falta de tolerancia y en la carencia de efectivos policiales que actúen con autoridad para hacer cumplir las normas vigentes, llamando la atención y en su caso sancionando a cualquier infractor, sea conductor de motorizado o peatón, el caso es que el infractor "pague por pecar" como refiere el dicho popular.
El problema que hacemos referencia es habitual en nuestro medio, pero con características alarmantes en periodos como este tiempo previo de comercio espacial, que ocupa gran parte de una avenida en la zona este, de muchas calles en el sector Oeste y propiamente de la mayor cantidad de aceras en la zona central de la ciudad donde además se impone la ley de la bocina más estridente o de quien empuja más fuerte, condiciones de abierta incultura, pero que predominan en nuestras calles y con más intolerancia en estos días.
Estos aspectos deberían ser tomados en cuenta para un estudio pormenorizado en los niveles importantes de ciertos círculos de autoridades, como el Concejo Municipal, la Asamblea Legislativa regional, donde las disposiciones deben ser renovadas, actualizadas y aplicadas bajo condiciones acordadas entre representantes ciudadanos, gremiales, transporte, vecinales y las autoridades de modo que exista respeto mutuo, tolerancia plena y una vocación ciudadana de practicar y aplicar los conceptos de una necesaria educación cívica que es sinónimo de respetar derechos y normas.
Fuente: La Patria
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