Domingo 20 de diciembre de 2015
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No sé quién pinta los cuadros en el lienzo de la memoria; pero sea quien fuere, lo que pinta son cuadros. Con lo cual quiero decir que lo que allà deja con su pincel no es una copia fiel de todo cuanto ocurre. �l coloca y quita según sus preferencias. ¡Cuántas cosas grandes hace pequeñas y cuántas pequeñas hace grandes! No tiene resquemos alguno en poner en el fondo aquello que estuvo en primer término, ni en traer al frente lo que estuvo detrás. En una palabra, está pintando cuadros y no escribiendo palabras.
AsÃ, pues, mientras que en el exterior de la Vida pasa la serie de acontecimientos, dentro se está pintando un juego de cuadros. Los dos sucesos se corresponden, pero no son uno.
No tenemos tiempo libre bastante para ver a conciencia este estudio que tenemos dentro. Partes de él atraen nuestra mirada de vez en cuando pero su mayor parte está oculta en la oscuridad. ¿Por qué estará pintando siempre el atareado pintor? ¿A qué galerÃa están destinados sus cuadros? ¿Quién podrá decirlo?
El camino por el que viajamos, el albergue de paso en que nos detenemos, no son cuadros mientras aún viajamos, por demasiado necesarios y evidentes. Sin embargo, antes de retirarnos a la casa en que hemos de descansar en la velada, miramos atrás: a las ciudades, los campos, los rÃos y los montes por los que hemos pasado en la mañana de la Vida, y entonces, a la luz del dÃa que pasa, se nos aparecen como cuadros de verdad. AsÃ, pues, cuando llegó mi ocasión, miré atrás y me arrobé.