Veracidad

Veracidad en periodismo no es sinónimo de verdad. Buscar la verdad, tampoco es función del periodismo. ¿Cuál verdad?, ¿qué clase de verdad?. Al fin de cuentas, ¿qué es la verdad o qué se entiende por verdad?. Nadie sabe. Filósofos, lingüistas, ensayistas, siguen buscando lo que se debe entender por verdad. Ante tan difícil y complicado vocablo, nos contentamos a reducirlo a expresiones como: la verdad es conforme al cristal con que se mira.

La veracidad, es una condicionante legal en nuestro ordenamiento, una condición de la información y de la opinión, Art. 107 Inc. II, pero no dice qué debemos entender por veracidad. No se ha desarrollado el significado jurídico de veracidad. No hay jurisprudencia, como dicen los profesionales del área, sobre este controversial vocablo.

¿Qué entonces es exactamente la veracidad demandada por la Constitución a la actividad periodística?, ¿Es una exigencia a la actividad profesional del periodismo, es decir, una forma de poner límite al trabajo periodístico, o es una propiedad de la información y de la opinión?.

No hay una profesión que hable más de la verdad que el periodismo. Esa verdad se refiere a que los hechos, los acontecimientos deben transmitirse tal y como han ocurrido o por lo menos tal como los testigos presenciales los han contado, o en último término transmitido en función a la razonable expectativa del derecho de los ciudadanos a informarse. Por lo tanto se trata de una verdad informativa, pero no de una verdad absoluta. La veracidad en periodismo se refiere a eso, a comprobar reiteradamente los hechos y a transmitirlos tal cual han sucedido o han sido contados por los protagonistas, a informar con carácter de fe pública.

Lo que el periodista de CNN ha dicho respecto a los actos de corrupción en el Fondo Indígena, y que ha generado protestas de la Ministra de Comunicación, Constitución Política en mano, corresponden a la verdad informativa, a hechos verificados, a consultas de fuentes y al final, es una cuestión pública que está escandalizando a las propias esferas del gobierno por estar comprometidos en ello altos dirigentes, toda una estructura de mando político que sustentó con firmeza la pasada campaña electoral del Presidente Morales. La verdad sobre estos hechos, corresponde decir a otras instancias, las judiciales. ¿Se conocerá la verdad sobre estos hechos algún día?.

El periodista de la CNN no ha incurrido en faltas éticas ni delitos, por el contrario ha cumplido su función; interpelar al poder político sobre el curso de las cuestiones públicas. Que haya dos o tres o 200 detenidos o que no coincidan informativamente las cifras defraudadas, no cambia en absoluto el delito develado por el propio gobierno. Son accesorios que no van a cambiar el fondo de las denuncias de corrupción. Ni la Fiscalía debe saber el monto exacto defraudado ni la cantidad de personas involucradas, siendo susceptibles de error y que se pueden rectificar.

Tampoco se trata de libertad de expresión, no parece haberse quitado la palabra al Ministro de Gobierno durante la entrevista sostenida por ese medio. Lo que se ha visto, a todas luces, es que el interlocutor en la entrevista se ha topado con un periodista no servil ni gregario, a como estamos acostumbrados hace tiempo, a periodistas dóciles, domesticados por la amenaza, por el miedo en unos casos y en otros por corrupción. Esto es lo que afecta la libertad de expresión. A periodistas que buscan la verdad en los pasillos de las gobernaciones, del Palacio de Gobierno, del Parlamento, o de aquellos periodistas corruptos por seducción, por perversión, por filtración, corruptos por imitación. Los periodistas no son buenos como políticos. Sin duda, las diferencias marcan las excepciones y las generalizaciones.

(*) Periodista Reg Nal. No 169