La revolución de Octubre de 1917, a la cabeza de los bolcheviques trajo consigo un cambio diametral para la historia de la humanidad, y por supuesto el mundo en el que habitamos, el planeta a lo largo del siglo XX y hasta este XXI, han sentido la rigurosidad de la polarización global cuyas consecuencias han sido muchas y de las más variadas.
La humanidad y su planeta receptor fueron testigos de cómo después de culminada la Segunda Guerra Mundial, ambas potencias se encargaban de acumular toda la potencia nuclear para destruirse lo antes posible ante la probabilidad de que alguno de los dos líderes apretara el botón y todo se fuera por un enorme hueco que nos enterrara a todos.
Quién va a poder olvidar aquel Octubre de 1962, cuando un envalentonado Nikita Krushchov, que con las orejas calientes por un aún joven y revolucionario Fidel Castro, que lo había invitado para que instale ojivas nucleares en la isla caribeña de Cuba a unas cuantas millas de Miami y con la posibilidad de golpear fácilmente las ciudades más importantes de la unión americana, incluyendo las más septentrionales como Nueva York, o la misma Washington, amenazaba al mundo entero con el terrible apocalipsis nuclear. Era una respuesta a las mismas bombas que había puesto el tío Sam en Turquía apuntando a Moscú, pero desde Pearl Harbor que los americanos no sentían el peligro tan cerca de sus puertas y por ello de la peligrosidad de esta sui generis situación. Felizmente la instalación de un teléfono muy parecido al de la baticueva, le dio al planeta una nueva oportunidad y a muchos de nosotros la chance de nacer.
Pero también fue la tierra la que cargó con las consecuencias de esta polaridad, y fueron los diferentes ensayos nucleares a flor y bajo tierra, las que cobraron factura en muchos lugares del orbe, gran parte de ellos sitios paradisíacos, como el Atolón de Bikini, donde Francia ensayó la temible bomba de Hidrógeno y que dejó desolado aquel hermoso lugar.
Ni qué decir cuando en la tarde del sábado 26 de abril de 1986, cuando el cuarto reactor hizo más de lo que debía en aquel ensayo, y al fundir el núcleo una mezcla de hidrógeno, dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, aleaciones de circonio y grafito, al reventar, estos fueron expulsados y otras sustancias salieron rumbo a la atmósfera y de no ser por el trabajo de los liquidadores, hombres y mujeres que, a riesgo de su vida pudieron mitigar los efectos de la tragedia en Chernóbil, lograron evitar por ejemplo que hoy por hoy Europa hubiera sido inhabitable.
Como éstas, muchas situaciones se presentaron en el globo terráqueo, y al que me referiré, tuvo sus inicios en los años 30, cuando las teorías atómicas aún estaban en papeles y cuando la polarización era tan sólo una utopía, puesto que las que serían luego las dos potencias rivales, todavía se pintaban como aliadas.
La recientemente formada Unión Soviética recibía en su seno a naciones euroasiáticas como Kazajistán y Uzbekistán que serían de gran importancia luego en el desarrollo de la industrialización y potenciamiento agrícola de la gran URSS.
Terminada la segunda conflagración global, Iósif Vissariónovich Stalin, puso sus ojos en los terrenos Urales para convertir a estas inmensas pampas casi desérticas en el mayor productor de algodón de todo el planeta.
El área prevista para ello era todo el territorio cercano y circundante al mar de Aral. Una enorme masa de agua de 68.000 km2, que era bañado por las aguas de dos inmensos ríos, el Amu Daria y Sir Daria, que llegaban desde la Siberia con un torrente de agua que daba mucha vida a esta enorme extensión de agua dulce.
Estos ríos tuvieron la atención de quienes planificaron este inmenso proyecto agrícola, generando inmensos canales de riego, hechos a pico y pala por uzbecos y kazajos para poder irrigar los nuevos sembradíos de algodón, producto que por cierto requiere de grandes cantidades de agua para desarrollarse.
Empezaron con su afán y cada vez el agua que llegaba al mar de Aral era menos y menos, por los años 70 los soviéticos se dieron cuenta que la destrucción de la masa de agua era irreversible, y así dejaron que esto suceda hasta que en los años 2000, se había convertido en dos lagos ya incapaces de conectarse el uno con el otro.
El panorama dejado en medio de este desierto era más que desolador, puesto que este mar era tan grande que en él trabajan como pesqueros embarcaciones de gran eslora, que son ahora fierros retorcidos y oxidados sobre el blanco fondo del que una vez fue un mar continental, haciendo del paisaje un lugar sombrío.
Desde el 2010 el Banco Mundial, trabaja en represas para contener el agua que queda en el lago oeste con muy buenos resultados y, por lo menos fomentar la existencia de un ojo de agua para la sobrevivencia humana en los alrededores, pero definitivamente el Aral no volverá a ser nunca más lo que fue.
Desde hace unas dos semanas desde que el matutino LA PATRIA diera a conocer a Bolivia y al mundo la dolorosa desaparición del lago Poopó, símbolo de Oruro y segundo lago más grande de Bolivia, la opinión pública y ciudadanía de a pie empezaron a buscar culpables sin entender razones y mucho menos consecuencias o soluciones.
Tengo entendido que no es la primera vez que sucede este fenómeno, además que está científicamente demostrado que la corriente del río Desaguadero -su afluente más importante- es itinerante de acuerdo a la influencia de la marea en el lago Titicaca y de acuerdo a la cantidad de agua caída durante la época de lluvias. Además que claro, sirve como agua de riego y suministro para las áreas aledañas agrícolas y diferentes complejos mineros de la zona andina.
Por el momento no existen respuestas, y mucho menos acciones para conseguir los remedios o al menos las mitigaciones, pero éstas son urgentes y necesarias, pero sobre todo es indispensable la crítica individual, de cada uno de nosotros, que descuidamos la salud e higiene de nuestras ciudades y lugares que habitamos, contaminando en demasía y aprovechándonos de la salud de nuestro planeta, que mientras nos dé de beber y comer está todo bien, pero cuando vemos, como en este caso, los resultados de lo que hicimos y estos ya no tienen remedio, nos arrepentimos y vemos que ya no hay nada más que hacer.
Por de pronto esperemos que las autoridades no tengan una reacción tibia, que esperen a que la lluvia vuelva a llenar el lago y que la divina providencia se apiade de nosotros, tomemos conciencia, disciplinemos nuestra vida y a nuestros hijos y dejemos de contaminar, que de mares Aral y lagos Poopó el planeta va a estar lleno muy pronto.
Fuente: La Patria
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