Amanece en Caracas, dÃa de elecciones parlamentarias. El canal estatal muestra al Presidente Hugo Chávez quien explica los mecanismos de voto a los ciudadanos, lo que debe hacer el votante y la seguridad que ofrece el sistema electrónico. Con su carisma indiscutible, el mandatario invita a votar enfundado en la caracterÃstica camisa roja del Partido Socialista Unido de Venezuela. No, no es el año 2012, es el año 2015 y hace ya dos que el Presidente ha muerto.
En los últimos dÃas de la campaña, las apelaciones al mito Chávez no cesaron, los medios inundaron las pantallas con fragmentos de discursos, poemas alusivos, elegÃas, fotografÃas, referencias permanentes. Como el Cid Campeador, Chávez mito, santo, icono, fue el último refugio del gobierno de Nicolás Maduro ante lo que la calle intuÃa, un triunfo de la oposición. En diecinueve elecciones anteriores el gobierno habÃa perdido una sola (2007), el Referendo de reforma de la Constitución que "corrigió" rápidamente con un nuevo Referendo en el que -esta vez sÃ- ganó la reforma. Tras diecisiete años de invencibilidad, aparecÃa -esta vez en serio- la sombra de una posible derrota.
Cuando pasada la medianoche Tibisay Lucena, presidenta de un Consejo Electoral que carga los dados en el proceso previo al dÃa del voto y los lanza con limpieza tras la elección, hizo conocer en un escueto informe el triunfo de la Mesa de Unidad Democrática (MUD). A los pocos segundos la capital se consteló de fuegos artificiales. La oposición no sólo habÃa ganado, arrasaba. Los resultados finales ratificaron los dos tercios para la MUD en la nueva Asamblea.
El modelo no funciona porque, a diferencia de lo hecho en otros paÃses de similar perfil ideológico, los gobiernos de Chávez y Maduro se negaron a aceptar que el manejo responsable de la macroeconomÃa es una condición indispensable para aplicar cualquier propuesta de transformación social y polÃtica. Tampoco aceptaron que en el contexto de la globalización dominada por la economÃa de mercado, no se puede eliminar el rol de la inversión privada y menos el rol de la empresa privada nacional. Siguiendo las erradas premisas de la "Venezuela Saudita" de los años 70 del siglo pasado, apostaron al petróleo y sólo al petróleo sin visos de un proceso de diversificación. La inversión social y el gasto público desmesurado, además de un rol internacional dominante basado en subvenciones de hidrocarburos a paÃses aliados, presupuso un crudo por encima de los 100 dólares (cuya caÃda lo coloca ya por debajo de los 40) y significó una sangrÃa que acabó pasando una inmensa factura.
A pesar de ello, y merced a unas reglas de juego desiguales e injustas, la oposición -esta vez unida, aunque sólo sea para estas legislativas- dio batalla y logró un triunfo histórico barriendo literalmente al oficialismo. Pero el futuro es incierto. A Maduro y su gobierno les cuesta asimilar el batacazo, la oposición deberá evaluar su rol con sensatez manteniendo su unidad. Venezuela espera medidas que frenen la debacle. Lo único objetivo es que el 2016 promete ser un año en el que vendrán más cambios y quizás más profundos todavÃa.
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