Sábado 12 de diciembre de 2015
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Es difícil entender por qué Álvaro García Linera y un grupo de neomasistas convencieron al Presidente Evo Morales para someterse a una nueva consulta popular a poco más de un año de su última victoria electoral, al año del fracaso del oficialismo en las elecciones para gobernadores y gobiernos municipales y a pocos meses de perder en los referendos sobre estatutos preparados por el Movimiento Al Socialismo.
¿Faltó un análisis sereno del contexto interno y de los complejos vientos externos, tanto en Europa como en América Latina? ¿Por qué se planteó casi al día siguiente de las elecciones generales debatir el nombre del sucesor del presidente que es a la vez máximo ejecutivo de los cocaleros bolivianos? ¿No existe un equipo para sopesar los diferentes escenarios, para delinear en prospectiva? ¿No leen, no conocen la historia de este país, del comportamiento de su pueblo en diferentes coyunturas?
Al parecer, todo razonamiento fue nublado por un instinto de conservación, a la vez expresión de la ambición desmedida de un grupo de altos funcionarios que saben que sin Evo son unos "pichiruchis", como resume Mafalda. El propio vicepresidente que no ha ganado por sí solo- tampoco sus parientes- ni una jefatura de carrera ni el vicerrectorado de la UMSA, a pesar de un gran aparato político, de ahí su encono contra los alcaldes populares.