Ufanos de su cometido, las autoridades educativas efectuaron un singular acontecimiento en Santa Cruz (se reciclaría en todo el país). A algo más de dos mil bachilleres entregaron mil bolivianos como bono de excelencia por haber alcanzado la "nota perfecta" de cien puntos o poco menos, en la escala de cien. Se entiende que son los mejores de su grupo en su respectivo colegio. A este tiempo, el tal bono huele a febrero, asociado con Papá Noel.
Dicha entrega es parte del aparatoso ritual llamado "graduación de bachilleres". Una gran fiesta llena de colores y de sonidos, con discursos y cánticos solemnes a la usanza de los viejos tiempos. Una gama de bachilleratos, en humanidades, en ciencias y técnicas, y ramas afines de variado repertorio curricular. ¡Fantástico! La información añade que los del ámbito rural no son menos excelentes; la diferencia sólo sería de centésimos. ¡Más fantástico todavía!
Pero los jóvenes son siempre un tema delicado. Se dice que el lenguaje con ellos se vuelve oratoria sagrada, por el deber y la responsabilidad. No importa con qué vara se haya medido su rendimiento. Son los mejores, eso no es ficción; con beneplácito nos adherimos al aplauso. El mismo tesón haya para enfrenten las vicisitudes de la vida. Una patria maltrecha les estamos dejando, con la difícil misión de reconstruirla en los próximos años.
Bolivia es un país de contrastes. Acciones de botarate en una región y mezquindad irritante en otra. La prensa divulgó que en El Alto hay colegios itinerantes de extrema pobreza que pasan clases en locales prestados o a la intemperie, y también que medio centenar de alumnos perdieron el año por aplazamientos. Un alto funcionario ministerial, con la crueldad de un juez insensible, dijo que no retrocederá. Y son víctimas de un sistema anacrónico y deficiente. Sólo necesitaban un poco más de tiempo.
La "revolución educativa" es sólo una propaganda. En la realidad pervive el vetusto aparato de antaño. El aplazamiento y la repetición son productos de su anacrónica organización por grados, con su respectiva evaluación punitiva. Se ensaya con éxito en otros países la sustitución por ciclos didácticos, como solución pedagógica. El aprendizaje no es uniforme, este es su fundamento psicológico. Y los puntajes siempre tienen un valor relativo. Hablar de "nota perfecta" es una aberración.
Aislados del mundo, no sabemos por dónde vamos. Bolivia no es parte del Programa de Evaluación Internacional de Alumnos (PISA por sus siglas en inglés), por eso no sabemos a qué atenernos respecto al rendimiento cualitativo del sistema. El procesamiento estadístico de datos con parámetros comparativos es un procedimiento conocido en otras latitudes del mundo. La reforma anterior se aproximó un poco, pero le faltó recursos humanos para la aplicación técnica; el Sistema de Medición de la Calidad (Simecal) se quedó en medio camino. Con la "Avelino Siñani" estamos en retroceso a las calendas.
(*) El autor es pedagogo y escritor.
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