Empezaremos señalando que uno de los grandes problemas que se confronta cotidianamente son producto de la falta de educación ciudadana, pero ojo, una carencia en la que nos involucramos todos, para ir por orden, desde las autoridades pasando por diferentes segmentos de la sociedad y llegando hasta los más sencillos habitantes citadinos.
La indisciplina ciudadana es patética, la practicamos todos en mayor o menor grado, pero de manera que tal acción altera la convivencia, genera molestias comunes y sin embargo es parte de nuestra cotidianidad.
Reclamamos airadamente por las transgresiones que otros cometen, sin darnos cuenta que también en el diario vivir en la caótica ciudad somos parte obligada o involuntariamente del desconocimiento de normas que se dice, están en vigencia y que sin embargo se las desconoce o simplemente se las ignora.
Los ciudadanos desde hace algún tiempo practicamos la democracia electiva y de ese modo nominamos a nuestras autoridades, pensando que las mismas tienen la obligación de solucionar nuestros problemas, en realidad así deberían hacerlo, pero hay muchos factores en los que los electores y no los elegidos somos parte de los hechos anormales y del incumplimiento de múltiples ordenanzas y otras disposiciones que están escritas, pero no se las lee y por tanto no se las cumplen.
Quienes tienen que hacer cumplir las normativas son las autoridades, los ciudadanos deberíamos regirnos por tales instrucciones, pero generalmente no lo hacemos. Si faltan reglas de juego, son también las autoridades de nivel legislativo regional las encargadas de elaborarlas, consensuarlas y aplicarlas para su práctica regular, en busca de mejorar las condiciones de vivir ordenadamente.
La práctica y el desarrollo de normas específicas se alteran desde que los políticos las transgreden, por ejemplo en periodos electorales, o posteriormente cuando descuidan sus responsabilidades y son parte de la permisibilidad de frecuentes alteraciones del orden público, como no trabajar en un reordenamiento del caótico sistema de transporte público, la inseguridad ciudadana, permanente convulsión social, marchas y bloqueos por doquier, fiestas y agasajos en la vía pública, abusivo uso de aceras y calzadas, peligro para la humanidad de los vecinos, deficiente aseo urbano y concentración de basura desde los barrios, hasta en el centro de la ciudad. Son sólo parte de otros muchos problemas que en su práctica son resultado innegable de una adecuada educación ciudadana.
Reconociendo ésta realidad no queda otra alternativa que asumir responsabilidad compartida para solucionar el problema, partiendo de un programa especial que debe ser implementado en los niveles superiores y para su aplicación recurrir a todas las instancias de difusión, coordinando con los medios de comunicación para que el plan de educación ciudadana .no escape al criterio de nadie, pero al mismo tiempo motive conciencia generalizada entre todos, logrando una visión crítica de los problemas de la ciudad, responsabilidad para enmendar errores y compromiso formal para evitar transgresiones.
La tarea puede verse muy difícil en su cumplimiento, pero la concienciación ciudadana permitirá reducir los males, estimándose que la mayoría de personas consiente de la necesidad de vivir mejor, cumplirá normativas, inducirá a más gente de todos los niveles y clases sociales a compartir los beneficios de una educación ciudadana que muestre una ciudad ordenada, limpia, pero sobre todo segura y transitable.
Las autoridades tienen muchas responsabilidades y obligaciones, pero en ese conjunto de actividades deben priorizar la alternativa de educarnos todos, respetando las normas y con reglas de juego limpio.
Fuente: La Patria
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