Martes 08 de diciembre de 2015

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Una de las parábolas de Jesús es la del rico comilón o Epulón que se sitúa en San Lucas 16, 19-31:
«Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y banqueteaba cada día espléndidamente. Y un mendigo, llamado Lázaro, se estaba tendido a su puerta, cubierto de úlceras, y deseando saciarse con lo que caía de la mesa del rico, en tanto que hasta los perros se llegaban y le lamían las llagas. Y sucedió que el pobre murió, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. También el rico murió, y fue sepultado. Y en el abismo, levantó los ojos, mientras estaba en los tormentos, y vio de lejos a Abrahán con Lázaro en su seno. Y exclamó: "Padre Abrahán, apiádate de mí, y envía a Lázaro para que, mojando en el agua la punta de su dedo, refresque mi lengua, porque soy atormentado en esta llama". Abrahán le respondió: "Acuérdate, hijo, que tú recibiste tus bienes durante tu vida, y así también Lázaro los males. Ahora él es consolado aquí, y tú sufres. Por lo demás, entre nosotros y vosotros un gran abismo ha sido establecido, de suerte que los que quisiesen pasar de aquí a vosotros, no lo podrían; y de allí tampoco se puede pasar hacia nosotros". Respondió: "Entonces te ruego, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, afín de que no vengan, también ellos, a este lugar de tormentos". Abrahán respondió: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen". Replicó: "No, padre Abrahán; pero si alguno de entre los muertos va junto a ellos, se arrepentirán". ?l, empero, le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se dejarán persuadir, ni aun cuando alguno resucite de entre los muertos"».
Jesús pinta con extremado dramatismo la facilidad con la que los ricos se despreocupan de los demás, ya que bastante tienen con la preocupación de su salud, de su comodidad, de la defensa de sus bienes y de su patrimonio de la manutención de su categoría social.
Lo que Cristo echa en cara del dinero, es que divide a los hombres. Un hombre apegado al dinero destroza la obra de Dios que es la comunidad humana, además viola los dos grandes mandamientos de Dios, no reconoce a Dios como Padre ni al hombre como hermano.,
Pobre rico. El rico está lejos de Dios, porque ha puesto su confianza en Mammón que es el dios del dinero, o más bien el demonio de la avaricia. Y está lejos de sus hermanos porque los ignora, cuando no, los explota, los rechaza, ya que quiere a su dinero más que a ellos. La pobreza los hace hermanos de los demás. El rico es un ser completamente solitario. Tiene que aislarse él mismo para poder defender sus riquezas.