Jesús claramente nos invita a entrar en esa dinámica: "Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso" (Lc. 6,36). Para ser capaces de misericordia debemos en primer lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios, llevando un programa de vida comprometido y lleno de alegrÃa y de paz).
El Papa da instrucciones especÃficas para el sacramento de la reconciliación dentro del Año Jubilar como tiempo de conversión profunda. Recomienda a los sacerdotes confesores que sean un verdadero signo de la misericordia del Padre. "Ser confesores no se improvisa. Se llega a serlo cuando, ante todo, nos hacemos nosotros penitentes en busca de perdón. Nunca olvidemos que ser confesor significa participar de la misma misión de Jesús y ser signo concreto de la continuidad de un amor divino que perdona y que salva". Cada sacerdote ha recibido el don del EspÃritu Santo para perdonar pecados. Ninguno de nosotros es dueño del sacramento de la confesión, sino fiel servidor del perdón de Dios.
"Los confesores no harán preguntas impertinentes, sino como el padre de la parábola interrumpirán el discurso preparado por el hijo pródigo, porque serán capaces de percibir en el corazón de cada penitente la invocación de ayuda y la súplica de perdón. Los confesores están llamados a ser siempre, en todas partes, en cada situación y a pesar de todo, el signo del primado de la misericordia".
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