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Domingo 06 de diciembre de 2015

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Cultural El Duende

Novela y travesía

06 dic 2015

En diciembre de 2009 en Lima-Perú, a invitación del Instituto Italiano de Cultura, dialogaron los escritores Mario Vargas Llosa y Claudio Magris acerca de la "Odisea". Reproducimos un fragmento de esa conversación

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Ulises es uno de los personajes que ha fascinado tanto a Vargas Llosa como a Magris. Es una figura recurrente, no necesariamente en sus novelas, pero sí en sus reflexiones: Odiseo ingresa a Ítaca para narrarle a su esposa su travesía de diez años. En ese sentido, ¿qué representa Ulises como personaje y como símbolo en la creación homérica?

CLAUDIO MAGRIS:

La Odisea, quizá sea el libro de los libros. Existen dos formas fundamentales de la Odisea: la circular, en la que Odiseo al final regresa a Ítaca, regresa a sí mismo reafirmando en el fondo en su propia identidad -en su propio modo de ser, en sus valores- de todo aquello que ha encontrado en el viaje a través de la vida; o la forma rectilínea, en la que ningún retorno es posible y en la que Ulises (sobre todo aquel Ulises tantas veces reprendido, durante los siglos, desde la literatura posterior a Homero) es el símbolo de una humanidad que se pierde por el camino, que no puede regresar a casa, es decir a sí misma, sino que continúa en un viaje rectilíneo sin fin, en una pérfida infinitud en la que el hombre se convierte en otro, se convierte continuamente en otro, se convierte verdaderamente en "nadie", como había ya además intuido Homero.

Ya en Homero, además, es cierto que Ulises regresa a Ítaca, pero sólo para partir otra vez, como él dice -tras la horrible, victoriosa y sangrienta conclusión de su retorno- en aquella inolvidable escena conyugal entre él y Penélope, aquella conversación después del amor, en la que él le dice que deberá partir nuevamente. En el fondo, el Ulises más tradicional, más conservador (en el sentido fuerte y también positivo del término, en el sentido de conservar los valores esenciales humanos) es el Ulysses de Joyce, porque al final Leopold Bloom regresa a casa, a una casa que ha sido seguramente violada y contaminada pero que ha conservado su sacralidad; aquel tálamo conyugal violado es, no obstante lo sucedido, sagrado y él es el hombre se siempre, con los sentimientos y los valores humanos de siempre.

La mayoría de los Ulises que nos ha dado la literatura poshomérica -no sólo Dante sino muchos otros autores- son, por el contrario, personajes que se pierden por el camino, que se convierten en otros respecto a sí mismos, que no logran (o no quieren) regresar a sí mismos. Cada odisea plantea la gran pregunta de si al atravesar la vida nos convertimos más en nosotros mismos, es decir cambiando pero con fidelidad hacia nuestra identidad, o si nos perdemos y nos desnaturalizamos. Las respuestas de tantas odiseas escritas en tres mil años son, bajo este perfil, muy diferentes.

MARIO VARGAS LLOSA:

Creo que Odiseo es el símbolo del anhelo más permanente y extendido entre los seres humanos: la aventura. Vivir más allá de los límites que nos inflige la realidad, escapar de esa cárcel en la que estamos atrapados por nuestra condición y rompiendo esas barreras, tener vidas extraordinarias, vivir lo imposible, ir más allá de todos los límites que nos impone la condición humana. Eso es lo que representa Ulises y al mismo tiempo al final de esa aventura volver a donde estaba, volver al sitio del que partió. Ese poema funda en cierta forma la cultura occidental, la tradición más sólida de nuestra historia. Seguimos escribiendo y leyendo novelas para vivir aventuras, para ser en la medida de lo posible Ulises. Qué vida extraordinaria la de él. La literatura occidental comienza contando esa maravillosa rapsodia que es las mil y una aventuras de este personaje que se enfrenta a seres humanos, a dioses, a demonios, está constantemente sometido a pruebas y las vence todas no sin caer muchas veces en la tentación pero, al fin, consiguiendo siempre superarlas. Es un poema que nos hace vivir mil vidas, que nos saca de esa vida pequeñita que es la nuestra y al mismo tiempo, a pesar de lo azaroso de su trayectoria a lo largo de todo lo Mediterráneo, a pesar de enfrentarse con el trasmundo, con seres fabulosos, nunca despega totalmente de la realidad, nunca sentimos que con él hayamos cortado las amarras de lo humano, del mundo real, sino que siempre hay un ancla que, dentro de la prodigiosa existencia de Ulises, lo mantiene en la vida tal como es. Desde luego es una historia deslumbrante. Es fantástico que nuestra literatura naciera tan perfecta, tan grandiosa, tan monumental. La influencia de los poemas homéricos y sobre todo de la Odisea se ha mantenido viva desde hace tres mil años. Leer la Odisea en cualquiera de las traducciones modernas, para quienes podemos leer la lengua original, es leer una aventura que parece contemporánea, algo que sólo las grandes obras literarias consiguen: superar las barreras del tiempo y mantenerse frescas y lozanas.

CLAUDIO MAGRIS:

Hay un momento -uno de tantos- extraordinariamente interesante y diría que particularmente cercano a nuestra sensibilidad contemporánea en la Odisea. Cuando Ulises, que ha regresado a casa, le narra sus gestas a Penélope, estas son aún verdaderamente suyas; son sus hazañas, sus gestas, su vida lo que le cuenta a su mujer. Pero cuando él, en la corte de los Feacios, escucha al aedo cantar las gestas de Ulises, llora porque entiende que aquellas gestas ya no son solamente suyas; son una especie de relato legendario y variado retocado por todos, un cuento grandioso y casi un serial, un entretenimiento mediático de la época. Ya no le pertenecen, ha sido despojado de ellas. Homero, especialmente en la Odisea, había ya entendido realmente todo.

MARIO VARGAS

LLOSA:

Algo fascinante en la Odisea es que las aventuras no solamente las vive Ulises, sino que las cuenta dos veces: en la corte de los Feacios y a Penélope. Y las cuenta de tal manera que hay contradicciones con los hechos que le han ocurrido anteriormente, de tal modo que hay un elemento de fantasía en la Odisea que representa lo que es la literatura. No tenemos nunca la certeza de que aquello que Ulises cuenta es cierto. Y tenemos algunas indicaciones de que lo que cuenta son exageraciones o invenciones de lo vivido. Eso, a una obra escrita hace tres mil años, le da una modernidad extraordinaria.

Pasa lo mismo con el Quijote. De pronto vemos que hay sutilezas en la narración que nos descolocan completamente frente al mundo en el que creíamos estar -cuando don Quijote sale de la cueva de Montesinos y cuenta lo que le ha ocurrido y lo que ha visto es imposible saber si realmente aquello ocurrió o todo lo inventó o lo inventó parcialmente y allí surge, en la realidad, una dimensión que es una dimensión literaria: la de la fantasía y la invención-. Es deslumbrante saber que lo que nos parecía una invención de la modernidad -esos juegos con el tiempo y con los niveles de la realidad-, en efecto, está en los poemas homéricos, en los comienzos de la literatura occidental.

Mario Vargas Llosa, escritor peruano Premio Nobel de Literatura.

Claudio Magris, escritor italiano autor de Conjeturas sobre un sable, El Danubio y otras obras maestras.

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