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Domingo 06 de diciembre de 2015

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Revista Dominical

CINE Y LITERATURA

El jorobado de Nuestra Señora...

06 dic 2015

Por: Juan Manuel Fajardo - Abogado, Ensayista, Crítico de Cine

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El escritor Néstor Taboada Terán, Caballero de Honor de las Letras y Artes de Francia, en ocasión del Bicentenario del nacimiento de Victor Hugo, en una Conferencia, en el Centro Portales en julio del 2002 en Cochabamba, expresaba: "Un escritor de estas condiciones excepcionales como Víctor Hugo, nunca pudo haber dejado de ser un elocuente exponente de la sensualidad humana. De ahí que en toda su inmensa obra esté siempre presente la vida en todas sus facetas".

"Los Miserables", "Han de Islandia", "El hombre que ríe", y en especial "Nuestra señora de París", han hecho inmortal a Victor Hugo. "Los miserables", es la expresión suprema y culminante del espíritu, del temperamento lírico de un escritor poeta, que supo verter en una obra todas las miserias de los desposeídos, las ternuras, las bajas pasiones, la injusticia del mundo y su capacidad de redimirse. Víctor Hugo, nacido el 26 de febrero del año 1802, empezó de muy joven, a través de la literatura la revolución en algunos géneros como el teatro; el prólogo de "Cromwell", fue un llamado a trastrocar las vetustas reglas del drama francés; la puesta en escena de "Hernani", "de apoteósico éxito, señala Taboada Terán, fue aceptada a regañadientes por la Comedia Francesa, pronto rebasó las fronteras, e hizo célebre al autor, que además en un abierto desafío al orden social imperante, publicó "El último día de un condenado", un alegato contra la pena de muerte". Hugo inclinado al liberalismo, combatió contra Napoleón III, y vivió en el exilio durante 20 años. Murió en 1885.

NUESTRA SE?ORA DE PARÍS...

Cada país tiene su novela en la que se refugia y se guarda el estallido sentimental de una época. Francia tiene en "Nuestra Señora de París" de Víctor Hugo, el secreto mágico que conmueve y nos hace creer en la posibilidad de pasiones amorosas inverosímiles, algo que sobrevive de generación en generación, como si en ella se quisiera conservar las reliquias de una época romántica, misteriosa, preñada de peligros; como creación artística, reflejo de las expresiones características del medioevo, es un canto de amor cuyo eco ha pasado de siglo en siglo hasta el presente.

En el prefacio a la primera edición en febrero de 1831, Hugo rememora como es que se decidió a escribir "Nuestra Señora de París", una de las obras cumbres de la literatura universal, dice: "Hace algunos años que, visitando o por mejor decir huroneando en Nuestra Señora, el autor de este libro encontró, en un rincón oscuro de una de las torres, esta palabra grabada a mano sobre el muro: "AN´ATKH" (FATALIDAD)". "El hombre que escribió esa palabra ha desaparecido hace muchos siglos, en medio de las generaciones; la palabra a su turno se ha desvanecido del muro de la iglesia, la iglesia misma desaparecerá bien pronto, quizá de la superficie de la tierra". "Es sobre esta palabra que se ha escrito este libro". "Yo, ha defendido en más de una ocasión la causa de nuestra vieja arquitectura, he denunciado en alta voz muchas profanaciones, muchas demoliciones, muchas impiedades. Es igualmente una vergüenza para nosotros, hombres inteligentes, que los vemos hacer y nos contentamos con lamentarlo". Víctor Hugo emite esté criterio, imbuido de una preocupación natural, al ver y sentir que monumentos, construcciones maravillosas del periodo medieval de Francia, estaban rápidamente desapareciendo, propiciadas por las autoridades, que trasformaban París sin importarles el patrimonio común. En un agregado a la Edición Definitiva de la novela, fechado en 29 de octubre de 1832, hace algunas consideraciones sobre el arte de la Edad Media: "arte maravilloso hasta el presente casi desconocido y, lo que aún es peor, menospreciado". "Pero en todos los casos, cualquiera que sea el porvenir de la arquitectura, de cualquier manera que nuestros jóvenes arquitectos resuelvan algún día la cuestión de su arte, esperando crear monumentos nuevos, conservemos los monumentos antiguos". El autor confiesa que éste también, es otro de los objetos principales del libro.

Es dentro y en los alrededores del mayor exponente del gótico francés, la catedral de Nuestra Señora de París, en que Hugo desarrolla una historia de amor, de odio y de bajezas morales; evoca lo pintoresco y fascinante de la Edad Media, "Clima intenso en que contrastan la sombras y las luces de la catedral bañadas por la luz de la luna; el primer protagonista es éste templo, poblado por extraños personajes que vigilan desde los rincones y desde lo alto". La trama, Esmeralda una bailarina gitana robada de niña a una infeliz prostituta, dedicada al arte de la adivinación, con la ayuda de una cabra, con su talento y belleza seduce al archidiácono Claudio Frollo, al Capitán Febo de Chataupers, y a Quasimodo el campanero, guardián de Nuestra Señora, ser contrahecho y jorobado. El clima lírico de la obra, le otorga al París del siglo XV la fuerza telúrica de misteriosas encrucijadas, de callejuelas transitadas por los desheredados, por espíritus atormentados que cargan sobre sus hombros sus propios demonios y, por los "locos", aquellos mendigos de la Corte de los Milagros, ladrones, asaltantes, dueños de la noche parisina. El deseo animal del fraile Frollo por Esmeralda, sus inhibiciones morbosamente desatadas, la imposibilidad de conquistarla por el ruego y la oración, le conducen a atentar contra la vida del Capitán Febo en el momento culminante de un acto de amor con la gitana; dándole por muerto, ordena a Quasimodo el rapto de aquella, para luego del fracaso de sus intenciones, entregarla al Santo Oficio con acusación vil de brujería y asesinato, luego vendrán la tortura, el rescate de la bella por el campanero, al grito de ¡asilo! ¡asilo! ¡asilo! En la Edad Media y hasta Luís XII, en toda ciudad de Francia, las catedrales eran lugares de asilo, en medio del diluvio de leyes penales y jurisdicciones bárbaras que inundaban la ciudad; eran una especie de islas que se elevaban sobre el nivel de la justicia humana, todo criminal que la alcanzaba estaba salvado. A la catedral de Notre Dame corre Quasimodo cargando a Esmeralda, al refugio hospitalario de los perseguidos; carrera desenfrenada sobre las torres y galerías, a una celda de refugio. El ataque a Nuestra Señora por los menesterosos, los locos de la Corte de los Milagros para rescatar a Esmeralda, sin saber que están siendo utilizados por el cura Frollo, en un plan para sacarla del refugio y llevarla a la horca, la batalla con las tropas del rey, Esmeralda balanceándose en el patíbulo, el sacerdote mirando desde la plataforma del campanario, la ejecución de un Auto de Fe, más tarde, arrojado al abismo, por Quasimodo, son pasajes de un drama humano de amor y desamor.

Víctor Hugo refiere, que luego de estos sucesos en la Plaza La Greve, el jorobado desapareció de Nuestra Señora: "la noche que siguió al suplicio de Esmeralda, las gentes de los bajos fondos desprendieron el cuerpo del patíbulo y lo llevaron, según la costumbre a la cueva de Montfaucon, a ese profundo osario donde tanto polvo humano y tantos crímenes se han podrido juntos...". "En cuanto a la misteriosa desaparición de Quasimodo, casi dos años después de los acontecimientos en que termina esta historia, en la cueva de Montfaucon, se encontró entre muchos otros cadáveres, dos esqueletos que se encontraban singularmente juntos, uno sin duda el de una mujer y el otro que lo tenía estrechamente abrazado, era el esqueleto de un hombre; se advirtió que tenía la columna desviada, la cabeza en los omoplatos y una pierna más corta que la otra, no tenía ruptura de vertebras en la nuca, no había sido un ahorcado, el hombre al que perteneció ese esqueleto, fue, pues, allí a morir de amor; cuando se los quiso separar, se convirtieron en polvo". "Con su muerte la gitana había matado a Quasimodo. Muerto el campanero, Notre Dame ha poseído a la mujer más bella de París", sentencia Taboada Terán.

Esta famosa novela a tentado varias veces a los realizadores cinematográficos, de este modo han sido diversas las versiones de "Nuestra Señora de París", unas fieles a la obra y otras con finales a cada cual más extraños; la más antigua se remonta a 1905, un corto titulado "Esmeralda", luego viene el filme realizado por Wallace Worley de 1923 en blanco y negro, con Lon Chaney como Quasimodo, y Pathy Ruth Miller como Esmeralda; mezcla de cine de terror y melodrama es la película de William Dieterle de 1939, con Charles Laugthon y Maureen 0´Hara, como el anterior en blanco y negro. En 1956 Jean Delannoy, cineasta francés realiza "El jorobado de Notre Dame", filmado íntegramente en la catedral; Anthony Quinn es Quasimodo y Gina Llollobrigida la gitana Esmeralda, la realización técnica y la fotografía son relevantes, la adaptación transmite el espíritu de la época en que Victor Hugo ubica la historia, que fue reproducida casi textualmente por Delannoy, atrapando al espectador con un ritmo ágil. De Jean Delannoy (1908 - 2008), uno de los pocos directores de cine centenario, recordamos "Bernardette" (1988), "La pasión de Bernardette (1989), sobre las apariciones marianas en Lourdes, y "María de Nazareth" (1995) su último trabajo.

Albert Capellani, director de cine de la firma Pathé que fue una de las primeras en llevar a la pantalla obras literarias célebres, a principios del siglo XX, tiempo en el que no se podía aún considerar que las realizaciones, reflejen la interpretación histórica, reconstrucción de ambiente, o la transmisión de estilo del escritor, en 1911 adaptó "Nuestra Señora de Paris" y en 1912 "Los miserables", que duraba cinco horas, uno de los primeros largometrajes del cine francés, que tuvieron el mérito de volver verdaderamente popular el cinematógrafo, junto al "El hombre que ríe" de Paul Leni de 1923, aún en la era silente, sobre la inmortal obra de Víctor Hugo, una muestra del expresionismo alemán, que recoge la historia de un bebé robado por gitanos a una familia de la nobleza, y que sometido a una cruel deformación de su boca, será luego utilizado, como atracción de feria ambulante, antecedente fílmico de otro tema crucial, que en 1980, será tratado por David Lynch en "El hombre elefante". Los robachicos de ayer, son los tratantes y traficantes de niños y adolescentes de hoy, que desaparecen cada día sin dejar rastro en agujeros negros que ha creado la sociedad, los Clubes del Fuego Infernal en el siglo XIX, los submundos del XX y del XXI, donde la materia prima de la fornicación clandestina, es la mercancía humana, aquellos submundos retratados por Stanley Kubrick, en su filme de 1999 "Con los ojos bien cerrados".

Los miserables...

?sta otra célebre novela de Víctor Hugo, que fue publicada por entregas a partir de 1862, tiene una trama de fuerza evocadora definida; el poeta Alfonso de Lamartine emitió el siguiente juicio: "Este libro de acusación contra la sociedad podría titularse más justamente la epopeya de la plebe; es la novela del pueblo, ora crapuloso, ora soñador, a menudo sublime, sobre todo utópico a veces perjudicial, frecuentemente heroico". La acción nos transporta a la Francia del periodo que sigue a Waterloo y la caída de Napoleón, la monarquía se ha restaurado, sin embargo los ecos de la revolución de 1789 y su semilla aún perviven en el corazón de las grandes masas y París, se estremece por un nuevo alzamiento. Víctor Hugo destaca en tintes nítidos lo social, la podredumbre en la justicia, sus órganos operadores y sus administradores, contrastadas con la bondad innata del ser humano. Son tres los personajes, Jean Valjean, el obispo Bienvenido Myriel y el Inspector de policía Javert, discípulo de Fouché; Valjean un hombre de ese tiempo, sale del presidio tras haber cumplido diecinueve años de condena a trabajos forzados por robar pan; tratado con desprecio, continuamente discriminado, vaga con el ánimo rencoroso y resentido, es alojado por el obispo, al que en pago a este acto de caridad le roba unos cubiertos de plata, huye y es detenido por la policía; el obispo al ser instado a hacer cargos contra Valjean, señala que los cubiertos no le fueron robados, que él se los dio con unos candelabros, por los servicios prestados a la parroquia, posibilitando así su libertad; Valjean entiende este acto como un punto de retorno a la honradez y a los fundamentos de la buena conducta. El autor juega con los personajes, junta y separa sus destinos; Valjean es más tarde alcalde de un pueblo, señor de fortuna, acosado durante años, escondido en un convento; huyendo a través de las alcantarillas de Paris, perseguido por los gendarmes hasta las barricadas. Valjean salva a Javert de ser ahorcado por los revolucionarios; éste llevado por su sentido del deber y la responsabilidad, impedido moralmente para detenerle definitivamente, en un trance que considera faltar a sus deberes por la gratitud debida, se suicida, mostrándonos, que detrás de la artificialidad de los hechos o la imaginación, se encuentra la fuerza humana más grande, el amor, la caridad y el perdón.

Esta obra clásica ha sido filmada más de diez veces en diferentes países; la más memorable, dirigida por Jean Paul La Chenois en 1957, con el ícono del cine francés Jean Gabin, en dos partes con una duración de tres horas; el respeto por lo clásico, por la historia de Francia y la magnífica reconstrucción de la época, son los aspectos más importantes. Otra, fue la realizada en 1968 por Claude Lelouch con Jean Paul Belmondo y Anne Girardoth, que ubica los hechos en la primera mitad del siglo XX. Otra, la de Bile August con Liam Neeson, Uma Thurman y Geofrey Rush de 1998, y El musical "Les miserables", dirigido por Tom Hooper del 2012. El carácter universal de las obras de Victor Hugo, novela, teatro, poesía, etc., además de adaptarse al cine, a la televisión, han inspirado composiciones musicales a Wagner, Bizet y Liszt.

Algo sobre las catedrales...

Según el profesor Luis José Corral de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, "durante la centuria que se extiende desde mediados del siglo XII hasta fines del siglo XIII, en el reino de Francia se erigieron ochenta catedrales, y varios cientos más en toda Europa, con el concurso de miles de albañiles, canteros, herreros, carpinteros, vidrieros y otros artesanos talladores". Atribuye el origen de este movimiento "al abate Suger de la abadía de Saint Denis, cercana a París, que tenía una basílica de la época carolingia, y que decidió reconstruirla, encargando a un arquitecto (cuyo nombre no recoge la historia), que la dotara de amplios ventanales que dejaran pasar torrentes de luz"; de esta manera señala, que "surgió un arte original, el Gótico, caracterizado por la búsqueda de la elevación, decoración profusa y una asombrosa utilización de la luz".

Esto sucedió hacia 1137, desde entonces dice el profesor Corral, "todos los arquitectos a órdenes de la iglesia católica experimentaron múltiples soluciones arquitectónicas que posibilitaron la apertura de los macizos muros de los templos de arte románico, aplicando inmensos ventanales, con un sentido espiritual, con la concepción de que la luz estaba en relación con la divinidad; la casa de Dios, el templo cristiano debía ser el de la luz, representación en la tierra de la Jerusalem celestial; entonces los arquitectos del gótico convirtieron a las catedrales en un espacio sagrado, grande, proporcionado y simétrico, incorporando diversas innovaciones como el arco ojival o apuntado, arbotantes y contrafuertes; de aquel tiempo quedan como testimonio las catedrales de Nuestra Señora en París, Chartres, Amiens y Reims, que también se caracterizan por los colores policromados que se traslucen por las vidrieras, que tienen un valor simbólico, el azul que representa el aire, el rojo la violencia, y la fuerza el verde y el amarillo, constituyendo un leguaje y un código; la catedral es un microcosmos de portadas góticas con personajes, vírgenes, santos, profetas, cristos, ángeles, reyes y obispos, figuras de animales fantásticos, monstruos, demonios, gárgolas de piedra. Según la mentalidad imperante en el medioevo, Dios el arquitecto creador del universo, construyó el cosmos equipado de una escuadra y un compás. Los constructores de las catedrales góticas, trataron de representar ese cosmos en los vitrales con figuras de signos zodiacales, el cielo, la tierra con escenas de hombres, y la vida de Cristo como el vínculo entre la tierra y el cielo".

Considera también, el profesor Corral, como pertenecientes al campo de la leyenda y la especulación, que los Caballeros Templarios en excavaciones en el Templo de Salomón en Jerusalén entre 1119 y 1128 hubieran encontrado algunos manuscritos, con planos que explicarían la construcción de las pirámides de Egipto, y que a su retorno a Europa habrían traído la información, que sirvió para la construcción de las catedrales.

FULCANELLI...

Louis Pawles y Jacques Bergier en su obra "El retorno de los brujos", consideran la alquimia como uno de los más importantes residuos de una ciencia, de una técnica y de una filosofía pertenecientes a una civilización ya desaparecida. Señalan que más de cien mil libros y manuscritos de alquimia existirían en el mundo, y que el pensamiento racionalista y dominante del siglo XX, ha mantenido en torno de ellos una especie de conspiración del silencio, y que fue la alquimia, práctica parareligiosa, la que hubiera enriquecido nuestro conocimiento de la realidad.

Los trabajos de Alberto el Grande, Raimundo Lulio, Teofrasto Paracelso, Giambattista della Porta, Basilio Valentin y otros, dicen "a menudo precedieron al desarrollo de la ciencia, al progreso de las teorías físicas y matemáticas"; señalan que Fulcanelli es uno de los más enigmáticos personajes del siglo XX, seudónimo del autor de libros de alquimia: "Las moradas filosofales" (1931) y el "Misterio de las catedrales" (1926); en ésta última, citando a Victor Hugo, sostiene que "la catedral gótica del medioevo fue construida en toda Europa, siguiendo el orden secreto instituido por los grandes maestros alquimistas, desde la organización de los planos, la configuración de los volúmenes y espacios, hasta la elección de los materiales"; y que "los monumentales templos cristianos contienen símbolos correspondientes al código alquímico secreto, que sólo los iniciados pueden descifrar".

La verdadera identidad de Fulcanelli, hasta hoy no se conoce, suscitando las más diversas conjeturas, al extremo de especularse que bajo ese nombre, se oculta todo un grupo o sociedad secreta. Su discípulo Eugene Canseliet en el prólogo de 1925 a la primera edición de "El misterio de las catedrales" y en la segunda de 1957, manifiesta: "Fulcanelli ya no existe. Sin embargo y este es nuestro consuelo, su pensamiento permanece ardiente y vivo, encerrado para siempre en estas páginas como en un santuario. Gracias a él, la catedral gótica nos revela su secreto. Cierto que en el reino de las letras de nuestro tiempo, el caso de Fulcanelli no se parece a ningún otro..."; a semejanza de la mayoría de los Adeptos antiguos Fulcanelli, al arrojar a las ortigas de la zanja el gastado despojo del hombre viejo, no dejó en el camino, más que la huella onomástica de su fantasma?".

Notas:

"Nuestra Señora de París". V. Hugo. Ed. Sopena. Bs. As. 1945.

"Los Miserables". V. Hugo. Ed. Sopena. Bs. As. 1945.

"El hombre que ríe". V. Hugo. Ed. Sopena. Bs. As. 1947.

"La pasión de lo imposible". N. Taboada Terán. 2002.

"El misterio de las catedrales". Fulcanelli. Ed. Plaza & Janés. 1971.

"El retorno de los brujos". L. Pawles. J. Bergier. Plaza & Janés. 1987.

"La catedral gótica". O. Von Simson. Ed. Alianza. Madrid. 1982.

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