El diálogo

Casi todos los días escuchamos en los informativos de los canales de televisión y en radios la palabra diálogo, por ejemplo: "Bolivia y Chile deben dialogar"; "Los marchistas piden dialogar con el gobierno"; "Los comerciantes dialogarán con el Ministro" o "Padres de familia deben dialogar con sus hijos". En algunos casos se oye decir: "Se han sentado las partes en la mesa del diálogo"; en otros: "Están en cuarto intermedio" y en los más: "Han roto el diálogo". Pero, ¿en verdad habrán sido diálogos?, en fin ¿qué significa dialogar?

Como dicen los comunicólogos, el estilo de un peinado, la forma de gobernar o la marcha por la vida de los mineros tras la relocalización es comunicación, pero que es difícil definirla.

Sólo el hombre ha desarrollado la capacidad de comunicar. Es en la comunicación que se inaugura la interacción, el descubrimiento del otro, la co-presencia del tú y yo, del nosotros; es la conciencia del saber que habla de dos presencias que demandan ser reconocidas sin más. Así entendida es básicamente bivalente, simétrica e intersubjetiva: alguien que transmite recibe y comparte a la vez un haz de mensajes; es este contexto se evidencia el carácter dialógico. Para Antonio Pasquali, por ejemplo, la comunicación es un factum esencial a la existencia misma del hombre, una comunicación antropológica del "estar-uno-con-el-otro" para un "con-saber" estar en comunidad como condición básica de convivencia en una relación entre iguales, una comunicación humana consistente en la emisión-recepción de mensajes entre interlocutores en un estado de total reciprocidad, siendo por ello un factor esencial de convivencia y elemento determinante de las formas que asume la sociabilidad del hombre.

Si así al menos es la comunicación, pareciera en el fondo que cuando se habla de diálogo en los ámbitos referidos líneas arriba fuera solamente un conjunto de informaciones, es decir, de transmisiones asimétricas donde los supuestos mensajes que se emiten en la mesa del diálogo carecen en su plenitud del retorno (feedback).

Si la comunicación es eminentemente un acto humano, la comunicación soberana por excelencia es el diálogo, que se desenvuelve en una atmósfera de "interpares, en plena libertad� dispuestos a alcanzar dialécticamente una verdad superior a la de sus respectivos puntos de vista inicial y en condiciones públicas o privadas elegidas sin coacciones", dice Pasquali.

El diálogo no es la discusión guerrera a la que están acostumbrados los dueños de la palabra y los excluidos de ella; ni el simple intercambio de ideas en cierta reunión "cumbre" de partidos políticos que buscan el poder por el poder, ni el mero depositar de fechas y nombre vacíos en las aulas académicas; ni el instrumento de conquista para apoderarse del "otro", sino la relación horizontal libertaria de un sujeto (yo) con otro sujeto (tu) que se buscan "sin más" para inaugurar ahora y aquí un nosotros críticos y abiertos al mundo.

El diálogo es esencial al hombre, es la atmósfera indispensable para oír y estrechar la mano del otro, un encontrarse cara-a-cara, sólo así: el uno-con-el-otro y uno-en-el-otro podrán pronunciar creativamente un país, un mar o una familia.

Siguiendo a Paulo Freire, sostiene que es en ese trato igualitario donde uno es un "ser dialógico" que conlleva "existenciar el diálogo. Ser dialógico es no invadir, es no manipular, es no sloganizar". En el diálogo los sujetos participantes son seres abiertos donde se evidencia modalidades del uno hacia el otro, uno con el otro o uno en el otro de ahí que el diálogo es: "una relación horizontal de A más B. Nace de una matriz crítica y genera crítica� Se nutre del amor, de la humildad, de la esperanza, de la fe, de la confianza. Por eso el diálogo comunica".

En la dimensión del diálogo, Jünger Habermas, por otra parte, analiza las condiciones de posibilidad de un acuerdo a lograrse mediante el lenguaje, acuerdo al que denomina competencia comunicativa que es la capacidad de los hablantes para producir una acción comunicativa como actos del habla con sentido dentro de determinadas situaciones reales. Se trata de un diálogo ente sujetos racionales que encierran "connotaciones que en última instancia se remontan a la experiencia central de la capacidad de aunar sin coacciones y de originar consenso que tiene un habla argumentativa en que diversos participantes superan la subjetividad inicial de sus respectivos puntos de vista y merced a una comunidad de convicciones racionalmente motivada se aseguran a la vez de la unidad del mundo objetivo y de la intersubjetividad del contexto en que desarrollan sus vidas". Diálogo que presupone la posibilidad de una comprensión recíproca en busca del consenso racional de todos sus participantes, y el verdadero consenso está fundado en el entendimiento mutuo, en la idea de reciprocidad y eticidad.

Y para terminar con Habermas, el diálogo se funda en el lenguaje y es el lenguaje como un medio para llegar al entendimiento y a la racionalidad no dominadora; y cuya situación ideal de diálogo, según él, encierra tres elementos a saber: i) la apertura a lo otro y al otro; ii) la aceptación de un Alter ego que ha de considerar como sujeto; y iii) el reconocimiento no instrumental, sino reflexivo del otro, en tanto en cuanto se pretende una comunicación y una acción comunicativa, donde el entendimiento funcione como mecanismo coordinador de la acción que significa "que los participantes en la interacción se ponen de acuerdo acerca de la validez que pretenda para sus emisiones o manifestaciones, es decir, que reconocen intersubjetivamente las pretensiones de validez con que se presentan unos frente a otros". O lo que es lo mismo, no es en el aislamiento ni en la palabrería ni en el monólogo hueco donde el hombre se realiza, sino en el diálogo, en la comunicación, de ahí que, el diálogo es comunicación y porque el diálogo es esencialmente lingüístico es también palabra. Diálogo, palabra y comunicación hacen del hombre un ser expresivo de su ser y de su mundo.