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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 El sistema inmunitario y el poder del cerebro - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
La historia de la especie humana comienza por la supervivencia, por ganar espacios en un medio terrible. Los primeros homínidos que bajaron de los árboles se vieron en un dilema profundo, aunque no lo percibieron, tenían que adaptarse o morir. El mundo que estaba a su alrededor era hostil, pero sólo en apariencia. Al final no lo fue tanto por las circunstancias naturales. Pero el largo devenir del "homo sapiens" empezó mucho antes, en la prolongada lucha evolutiva comenzó a desarrollarse en nuestros antepasados un sistema de protección tan refinado y poderoso que seguimos adelante en un curso ascendente de continuo batallar. En este proceso, nuestros verdaderos enemigos han sido billones de microbios unicelulares que siempre tratan de destruirnos en ciertos casos con éxito y en otros no. Pero, de un órgano depende todo o nada: el cerebro humano, el que gana o pierde ante los enemigos: los virus o bacterias.
Los tan criticados antibióticos sólo permiten llegar al límite, conservan a los microorganismos en jaque, retardan su desarrollo, pero determinantemente es el cuerpo mismo el que debe limpiar el organismo, buscar y exterminar hasta el último microbio. La medicina nos ha traído una falsa sensación de seguridad, como si ella misma fuera la solución. Pero nada puede salvar al ser humano que nace con deficiencia inmunógena. Los fluidos de nuestro cuerpo imitan los mares primigenios de donde provenimos. Las concentraciones de sales de sodio, potasio y cloro de nuestra corriente sanguínea son iguales a los que existieron en los primeros océanos y determinan nuestro ser.
Con la evolución surgió lo que se denomina sistema inmunógeno, pues al empezar la vida celular se hizo sentir una nueva exigencia: la necesidad de alimento. Empezó a prosperar la célula capaz de utilizar mejor las fuentes de energía con una protección adecuada de incontable tiempo, de refinadas reacciones químicas: un grupo de protectores químicos y de destructores de microbios, tan rápidos e implacables que sobrevivimos no obstante nuestro tamaño, nuestro sistema circulatorio y todos nuestros errores, vicios y desaciertos, y todas nuestras maldades. Unos minutos después de empezar una infección, los granulocitos se encuentran en la zona atacando a las bacterias, después llegan los macrófagos, parecidos a ellos pero con mayor cantidad de enzimas mortíferas. Más tarde, las células del organismo fabrican anticuerpos en repuesta a ciertas señales que los microbios atacantes tienen en la superficie. Y los antígenos son las marcas en la superficie de una célula extraña. Si esta sustancia es rara, resulta venenosa, el anticuerpo puede neutralizarla al unirse al antígeno. En realidad, el antígeno es el héroe ya que permite la destrucción del ser maloso.
La destrucción del "maloso" es consecuencia del asalto de un tercer elemento, quizá el más importante de nuestro sistema inmunógeno: un grupo de proteínas fabricadas en el hígado que entran en la circulación en grandes cantidades. Se designan C1 hasta C9. Para curar una enfermedad es preciso ayudar al organismo a que sane él mismo. Es el organismo el que debe buscar y destruir el último microbio patógeno. No obstante, y a pesar de mentes conservadoras, en el cerebro reside el poder para resistir y enfrentarse a las enfermedades. Se trata de utilizar nuestro poder mental para incitar a los glóbulos blancos y otros agentes a atacar más eficientemente. Las infecciones no son una cosa de ciencia ficción, sino la realidad pura y latente. Pero, son las conexiones cerebrales, las sinapsis, no tanto las neuronas, las que posibilitan un tránsito al crear o degenerar. Se puede tener billones de neuronas, no obstante eso no resulta relevante si no existen conexiones que las hagan trabajar.
Se ha determinado, con bases ciertas, que fenómenos tan comunes como la depresión y el estrés destruyen la posibilidad del cerebro de cuidar el organismo. Pero, las llamadas sinapsis como conexiones entre células cerebrales, lo hacen todo, recrean el maravilloso mundo de la inteligencia y permiten asumir la lucha feroz contra los gérmenes. Sin su presencia no sería posible el universo humano actual. Y sus posibilidades son infinitas. En sus billones de retos reside la razón de la vida, al menos como la conocemos. No obstante, los traumas marcan certeramente la posibilidad de vivir o morir. Si una persona quiere vivir por más años no debe estresarse ni deprimirse y hacer funcionar el cerebro.
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