Viernes 27 de noviembre de 2015
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La victoria de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de Argentina supone un proceso que no solamente tiene que ver con la sociedad argentina. Y aquí hay que poner un punto y aparte para distinguir la naturaleza de lo que ha pasado en ese país del Sur de América. Se trata de una situación común a Latinoamérica, la entronizada por regímenes populistas en Brasil, Argentina, Ecuador, Venezuela y Bolivia.
La sociedad argentina no quiere volver atrás, ya que "muchas de las cosas que hizo el gobierno kirchnerista a lo largo de estos 12 años han sido aceptadas por la población de una manera muy frágil". En realidad el populismo es muy endeble, las bases de su teoría y práctica son frágiles, pero su apoyo popular puede ser muy importante por su demagogia común a su esencia. No obstante tuvo graves errores o deformaciones para permitir que llegue un gobierno conservador al poder en Argentina.
Después de dos décadas de la caída del socialismo real, en Europa, los "lúcidos teóricos" que pretendían justificar su existencia precaria y oportunista, además de su ulterior desarrollo con signo de muerte, con sus incontables degeneraciones de los principios revolucionarios, se han reciclado y, ahora, se atrevieron durante 16 años, con mucha osadía, a recrear un supuesto nuevo pensamiento que explique o describa los procesos populistas desatados en Latinoamérica desde 1999 y en tiempos de abierta crisis del llamado "neoliberalismo" para difundir un dicho común: "del árbol caído todos hacen leña". Los adalides de las nuevas ideas, nacidas en una época impregnada de una modernidad de la globalización más profunda, aunque no acabada, que ha conocido la especie humana, se han propuesto "dictar cátedra" con el nombre de "socialismo del siglo XXI" en la línea, y con las ideas de Hugo Chávez, ya fallecido pero en el contenido, del "socialismo con rostro humano de Checoslovaquia de 1968, un proceso que debió terminar en una verdadera Revolución de ideas, pero no fue así.