He debido haber visto en mi vida más de 5.000 pelÃculas, de todos los tipos y de todos los géneros, y como es costumbre de cualquier cinéfilo, muchas de ellas las he visto más de una vez, algunas exageradamente superaron las 10 y hasta 20 oportunidades. Solo, acompañado y hasta muy bien acompañado he disfrutado durante mi vida del séptimo arte de mil maneras, pero sobre todo he sabido guardar en mi mente no sólo el contenido de ellas sino además los entretelones y circunstancias de muchas de ellas.
Nunca podrÃa olvidar por ejemplo como lloraba en mi infancia con Petete y Trapito, cuando el abandonado espantapájaros se enterraba de nuevo en la tierra, era tal el escándalo que mi madre tenÃa que sacarme del cine a pedido del público. Recuerdos de cuando en la vieja casona donde pasé mi infancia se pusieron todos de acuerdo para ir a ver Superman, para nuestro estrato social era todo un acontecimiento, muchos de los niños incluso estrenaron alguna prenda de vestir, y fuimos todos con la carita brillando por el medio pote de crema lechuga en nuestros cachetes y el cabello peinado cual lamida de vaca.
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También son imborrables las decenas de pelÃculas charras en el "Gran Cine México", donde iba a ver a mis hérores del "kachaskán". Era fabuloso ver al Santo, al Blue Demon, al Huracán RamÃrez, al Rayo de Jalisco, al Mil Máscaras o al gigante Tinieblas romperle el alma a las momias de Guanajuato, o a los vampiros, o los invasores del espacio, o las Amazonas Indomables o a cualquier villano inviable que sólo podÃa habitar en la cabeza infantil y soñadora de un guionista de los 60´s imposible para nuestros dÃas pero que en aquel entonces me hacÃa soñar.
También me gustaba mucho reÃr, y si habÃa un par que lo hacÃa de principio a fin eran Bud Spencer y Terence Hill, una especie de el gordo y el flaco italianos que se agarraban a los lapos contra medio mundo y no habÃa nadie que pueda con ellos, simplemente eran fantásticos.
No me hubiera perdido nunca las de Cantinflas, o las de James Bond, y ni qué decir de aquellas de la Segunda Guerra Mundial como Midway o 7 bastardos sin gloria, entre tantas, o las musicales argentinas como ArgentinÃsima o las de Palito Ortega y el gran Carlitos Balá o las de vaqueros con Clint Eastwood y Lee Van Cliff.
También tuve la suerte de asistir a los estrenos de secuelas y franquicias que hasta el dÃa de hoy generan expectativa, La Guerra de las Galaxias o Rocky por ejemplo se proyectaron durante el último periodo de mi niñez y tengo la suerte de recordar hasta donde las proyectaban.
Y bueno para contarlo todo tendrÃa que escribir 20 columnas pues como dije al principio fueron muchas las pelÃculas que vi, pero en mi memoria también se quedaron grabadas aquellas que debido a mi infancia y a que en aquel entonces el control sobre la edad de quienes podÃan ver la pelÃcula y vaya que habÃan restricciones. Para mayres de 21 años, de 18, de 16, de 14, algo que hoy no se ve ni por si acaso, esos lÃmites desaparecieron por completo.
De esa manera fue que me quedé sin ver, pero con muchÃsimas ganas de poder ingresar a pelÃculas como La Naranja Mecánica, o El Tambor de Ojalata, o Nosferatu el Vampiro.
Ni qué decir de Cruising con Al Pacino, o Idi AmÃn, o el Exorcista, en fin cientos de pelÃculas prohibidÃsimas para un infante o adolecente cuya mente en aquellos tiempos hubiera podido quedar afectada para siempre.
Hoy las veo por medio digital y la verdad se ven series y juegos para niños mucho mas violentos que aquellas cintas que sin embargo marcaron época y se convirtieron en verdaderos clásicos.
Aunque debo reconocer que si mis deseos estaban por esas pelÃculas cuyo prohibitivo argumento era su violencia o su lenguaje, otras que me hacÃan obviamente desear ser mayor de edad eran las que se proyectaban en los cines Princesa o Variedades y, que mostraban a señoritas con muy poca ropa y vergüenza haciendo cosas que sólo vivÃan en mi imaginación.
Una que realmente marcó época fue CalÃgula de Bob Guccione e interpretada por Malcom Mc Dowell. Se supone que la trama era tan pero tan terrible, que proyectaban la pelÃcula en trasnoche, o sea a las 12 de la media noche y las colas para ver este filme duraban el resto del dÃa.
Cuando años después tuve la oportunidad de verla, no encontré dónde podÃa estar lo tan trasnochables, pero me imagino que era el resultado de la idiosincrasia de una sociedad profundamente conservadora.
Sin embargo todas ellas, tarde o temprano, las pude ver, pero hubo una pelÃcula que quedó grabada en mi deseo y que simplemente no tuve la oportunidad porque no hay en ningún lugar para poderla adquirir. Se llama Guyana el Crimen del Siglo, una pelÃcula que narra la tragedia que vivió la secta llamada el Templo del Pueblo que con el reverendo Jim Jones a la cabeza partió desde Los Angeles hasta Guyana en Sudamérica para poblar un proyecto llamado Jonestown y que a la postre serÃa su tumba pues, este sujeto que se hacÃa llamar el escogido de Dios proclamaba un mensaje apocalÃptico, y decÃa a sus feligreses que él era el principio y fin, que él los llevarÃa ante Dios y cuando el mensaje y el proyecto se iban a pique, no tuvo mejor idea que envenenarlos a todos incluÃdo él mismo. El resultado fue una catástrofe de proporciones bÃblicas con 914 muertos y ningún fin del mundo y mucho menos la salvación divina (al menos eso creo yo).
Hace un par de dÃas escuché del vicepresidente del Estado un mensaje casi tan o más apocalÃptico que del señor Jones, advirtiéndole a la población de Viliroco, una población cercana a Viacha en el departamento de La Paz, con un mensaje que aproxima Bolvia a la ecatombe total cuando amenaza con que si el presidente Evo no es más el presidente, aparte de que las wawas no van a tener nada y todo será pena y tristeza, "el sol se va a esconder y la luna se va a escapar".
Es increÃble saber que nuestro indiscutible lÃder pachmamesco tiene poderes en la tierra pero quién iba a pensar que también tiene poderes sobre los astros. Ante semejantes amenazas uno no sabe si tenerle más miedo al Estado Islámico o a que el No pierda en el referéndum de febrero.
Lo cierto es que nuestros polÃticos de ayer, de hoy y de siempre, a la hora de pedir un voto son capaces de ofrecernos lo que sea, desde la mejor vida, hasta la peor manera de morir. Por de pronto, yo mejor me pongo a ver una pelÃcula que me recuerde a mi infancia cuando la belleza de la fantasÃa le ganaba a esta horrible realidad.
(*) Es paceño, stronguista y liberal