La ley es la ley

Un hombre caminaba por las calles de La Paz como si nada, casi como un abuelo, yendo a casa con el pan comprado en la esquina para tomarlo en el té con los nietos. Su agringada y casi diminuta figura, ya encorvada por los años, con pocos cabellos en la testa y muchas arrugas en la piel le daban la traza típica gepetesca del abuelito dulce y complaciente, del Nono al que solo queda acoger, abrazar y acariciar mientras se esperan su cuentos, anécdotas o innumerables quejas de como cualquier cosa de antes era mejor que lo actual.

Si lo habré visto tantas veces por el Prado cuando acompañado siempre por un muchacho recorría el paseo de un lado a otro, muchas veces lo vi con un algodón de azúcar que al parecer era su golosina favorita.

Mi instinto no me engañaba, aquel hombre tenía con la vida una deuda tan grande, que seguramente, lo que menos deseaba era dejar de vivirla para no ir a pagar sus grandes culpas. Se trataba nada mas y nada menos que de don Klaus Barbie Altmann, el carnicero de Lyon, un hombre que cargaba el peso de por lo menos 840 muertes certificadas, y miles de deportaciones de judíos a los campos de concentración en el este europeo. Una de las más crueles prácticas que solía entretenerlo era hacer subir, a los famélicos detenidos, casi 250 gradas con enormes pesos hasta que caían desfallecidos víctimas del cansancio o un paro cardíaco.

Durante los días en los que yo lo veía, asesoraba al gobierno de García Meza y en especial a Arce Gómez, junto a los Ángeles de la Muerte, un grupo de paramilitares argentinos, italianos y bolivianos, quienes hacían de los bolivianos detenidos por política, personas expuestas a gente sádica que hacían de la tortura y la muerte una orgía de placer.

Qué poco tiempo le quedaba a ese soberbio hombre en nuestras tierras, pues resulta que cuando la democracia retornó en octubre de 1982, este tipo de personaje sabía de la fragilidad del sistema político y apostaban por el retorno de la dictadura en muy poco tiempo. Sin embargo, la floreciente democracia boliviana daba entre otras cosas cabida a gente con nuevas denuncias o en este caso con denuncias viejas pero oídos nuevos, y tal fue el caso de Serge y Beate Klarsfeld quienes desde los 70´s cuando lo ubicaron en Bolivia quisieron deportarlo, pero como no sólo era un sirviente de los gobiernos fascistas de turno sino además un personaje con muchos vínculos dentro de la política, la mafia y el narcotráfico, sus numerosos contactos hacían imposible pensar siquiera en detenerlo. Pero con el retorno de la democracia la cosa cambió, había sed de justicia por parte de los perseguidos, además de familiares de los muertos y desaparecidos y, esta era una gran oportunidad para poder cobrar deudas antiguas y de paso darle al Estado la posibilidad de lavarse la cara ante el mundo, pues la imagen que habían dejado tanto García Meza como su "Ministro de la Cocaína", habían dejado la imagen de Bolivia por los suelos.

Detenerlo era simple, no iba a resultar complejo en lo absoluto, pero cuando se empezaba a pensar en el porqué comenzaban los problemas, pues con una legislación tan pobre en aquel entonces, con un ciudadano casi modelo, a quien se le podía acusar de todo pero culpar de nada se hacía complejo. Los crímenes de guerra por los que se le acusaban, no tenían ni jurisprudencia ni tratados en Bolivia, y en todo caso, si se lo sometía a un juicio en este país por aquellos o por delitos infringidos en suelo nacional, éste podría durar hasta que el sol se enfríe y más tardarían en detenerlo que Barbie en salir de la cárcel, más aún teniendo en cuenta que la posibilidad de un nuevo golpe era latente y ello significaba un pasaporte a la libertad para este individuo.

Entraron en juego las habilidades a la hora de pensar, y no faltó quien lo haga muy bien y relataré en grandes rasgos la argucia empleada para llegar a buen puerto en esta situación.

Primero había que pensar en la posibilidad de detenerlo con prontitud, una figura del tipo captura, algo que no amerite ni siquiera la orden de un juez, para poder no filtrar los datos, sobre todo a la prensa. Resulta que don Klaus tenía muy buenas relaciones con sus clientes pero muy malas con el fisco, y durante muchos años se olvidó de pagar impuestos. En aquellos tiempos una deuda de ese tipo ameritaba que se lo detenga al menos hasta que pague su compromiso con el Erario Nacional. Y así se hizo, se lo condujo a celdas policiales e inmediatamente él buscó cómo saldar la deuda y salir pronto. Era viernes y se necesitaba tiempo, sólo un poco de tiempo, que se logró llevando al cajero encargado de recibir el pago de copas y así obligarle a que cometa la enorme falta moral con su fuente laboral, pero sí tenga un gran compromiso con la humanidad.

Se logró el objetivo, al pagador no le quedó otra que esperar hasta el lunes y a don Klaus conocer en San Pedro, al menos por horas lo mal que la pasaba la enorme cantidad de gente que él encerró sólo por pensar diferente, con la gran excepción de que a él no lo torturarían en el mejor de los casos o morir en el otro extremo. Esta vez sólo le tocaría pasar el fin de semana en la casa grande.

Los pensantes entraron nuevamente en acción, y era la hora de entregarlo a sus justicieros sin la necesidad de una extradición, funcionaron las cabezas y la solución se remontó a 1946, año en el que ingresó a Bolivia, con un pasaporte falso y otra identidad. Grave ofensa a los bolivianos, no queríamos ni saber de él, fuera de Bolivia canas y todo. Con una maniobra impensada lo sacaron de madrugada del penal directo hacia el aeropuerto de El Alto, lo subieron a un avión enviado especialmente por François Mitterrand y le obsequiaron a los galos un tesoro de guerra con el que no queríamos tener nada que ver.

Cumplimos con el mundo, con la historia pero sobre todo con la justicia, y dejamos que ella sea la que se haga cargo de quien le debía más que Camilo Sesto a su cirujano plástico, pero ¿a qué costo?

Durante el periplo de la expulsión del nazi se dio una catédra de como vulnerar, pasar por alto, violar, destrozar y demás acciones violentas a la Ley. No se respetó nada, no valió ningún precepto ni concepto constitucional ni legal, no hubo debido proceso ni nada, se urgó como en un basurero, las maneras y formas de que algo ilegal parezca legal y el resultado así lo confirmó. Nunca el fin justificó los medios como en esta oportunidad, y creo que con la sola excepción del mismo Klaus, todos los demás terminaron contentos. ¿Pero acaso eso está bien?

Dos males no hacen un bien, dos enfermos no hacen un sano, no se puede destrozar algo para arreglar otro algo, sea lo que sea, y peor aún cuando al último lo ampara la Ley.

Dura Lex, Sed Lex (La Ley es dura, pero es la Ley) dice la expresión latina desde tiempos romanos y es verdad, no se la puede romper, saltar, violar o lo que sea para poder hacer justicia, así sea la más justa de todas.

Una madre (sobre todo madre), desesperada supongo, llegó al despacho de un Juez (uno muy común), a pedirle que por favor le pida al fiscal que cambie el tenor de la acusación de violación a estupro para que la condena sea menor y así su amado (a cualquier costo) hijo, vuelva a la cuna materna cuanto antes y así ella lo pueda seguir mimando y le dé más oportunidad aún para hacer, creo yo, iguales o peores cosas de las que ya hizo (es fácil deducir por los antecedentes que se trata de un "muchacho" que violó nada menos que a una menor de edad, lo que de por sí ya es muy repudiable, pero ¿quién le hace entender eso a una madre socapadora que ve en su hijo sólo a la víctima de las circunstancias?).

En fin, el caso es que entre que el Juez le pedía 15.000 dólares, su asistente le revisaba el celular a la señora, y ésta pedía una rebajita como si se tratara de la tienda de la esquina, y logró que la coima baje hasta $us. 3.000, ésta acongojada dama, estaba grabando este picaresco video casero que tardó menos en convertirse viral que lo que dura un salto de tortuga.

La gente se escandalizó, el pueblo gritó y los jefes del corrupto hombre de leyes lo destituyeron sin preguntarle si quiera si se reconocía en la tramoya audiovisual.

¿Resultado?, un par de personas sin trabajo, un muchacho cuya madre lo enlodó más aún, y la ya podrida estantería del poder judicial por los suelos o más abajo, más nada bueno al fin. Y lo peor es que aunque se ha logrado destronar a un par de corruptos los medios empleados son tan ilegales (no dije en el mismo nivel sino ilegales), como los empleados por el juez o su hijo.

Basta por favor de romper las leyes para buscar que otras se cumplan, cumplamos la Ley pura y simple aunque no nos guste o favorezca, pues al final la Ley es la Ley.

(*) Paceño, stronguista y liberal