La pobreza ataca inmisericordemente a los países del Cuarto Mundo; lo hace en las naciones pertenecientes al Tercer Mundo y también en el llamado mundo rico y desarrollado que tampoco está libre de contar con muchos millones de pobres en su población; pero, en todo caso, la pobreza adquiere dimensiones alarmantes en los países pobres y subdesarrollados, en naciones que son dependientes muchas veces de ayudas y hasta "comprensión" de los que tienen mucho.
Lo más doloroso de esta situación es que son los niños los que padecen más los rigores de la pobreza porque no conocen lo que para ellos debería ser motivo de contento, de alegría, de satisfacción de sus más urgentes necesidades de bienestar como son alimentación, salud y, sobre todo, amor y dedicación de sus padres y del propio entorno que los rodea. Niños que, por millones, pululan en países que esperan salir de estados muy graves de pobreza y miseria; en muchos casos, niños que no encuentran ni la leche de sus madres cuyos senos están flácidos y sin leche por falta de alimentos y medicación para su salud siempre quebrantada; niños que, al unísono con sus madres, parecería que sólo esperan la muerte como remedio a los males que padecen.
Estas realidades se viven en un mundo que se precia de ser civilizado, de haber vencido las barreras de la ignorancia; pueblos que sienten que la ciencias y la tecnología están a su servicio y ello les permite mejores condiciones de vida, educación, salud y bienestar; pero que, en la realidad, son bienes sólo accesibles y disponibles para los niños que están en países ricos y desarrollados pero que, en el fondo son un grito a la conciencia para que vean el caso de los millones que padecen hambre, enfermedades y necesidades para sobrevivir en un mundo pleno de injusticias y abandono.
Hay casos, como el nuestro, en Bolivia, en que los niños viven en un país que se precia de ser muy rico, un país que "está sentado en un trono de oro siendo extremadamente pobre" y cuenta en su población con niños que padecen toda clase de necesidades; niños que viven mendicantes de alimentos y atención, madres que, por falta de educación y formación en determinados principios, se resignan a vivir extrema pobreza con el añadido de tener muchos hijos a los que falta lo más indispensable como son los alimentos, la vida de niños que merecen todo lo que reclama su inocencia y candor, niños que deberían hacer realidad las ilusiones y esperanzas de millones de antepasados que esperaban siempre mejores condiciones de vida futura y que, sea por incompetencias político-partidistas, por intereses y egoísmos personales o de grupo que sólo han pensado en ellos mismos desoyendo sus propias conciencias para atender a la niñez abandonada que ve obstruidas hasta sus esperanzas porque la conciencia de los que podrían remediar su situación malgastan dineros que deberían servir para combatir la pobreza.
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