Los hechos de sangre del día viernes 13 del presente, como si la superstición de una fecha fatídica pudiera ser cierta, han causado un clima de terror entre los ciudadanos franceses por las connotaciones de un hecho criminal que se distingue de muchos otros similares por sus características y contenido. No es la cantidad de muertos, 129 hasta ahora, aún sintiendo con hondura el dolor causado a sus familiares, sino el cómo se ha procedido por parte de los terroristas del autollamado Estado islámico, un grupo incendiario que nació como maldición por causa de las propias potencias que ahora sufren las consecuencias de su política imperialista agresiva en los países árabes. Así se tienen dos culpables de la tragedia que ha estremecido y estremece al mundo entero.
El terror de los fundamentalistas puede parecerse en las formas a otros pasados, al de grupos extremistas de izquierda y derecha, puede acercarse, aunque de lejos, al terrorismo de Estado de Hitler y Stalin y al de muchos otros regímenes totalitarios, puede asimilarse al terrorismo étnico en Bosnia y Kosovo, al que se produjo en tantos países africanos, pero es diferente, no por la cifra de víctimas, sino por la naturaleza de la brutalidad sobre el objetivo militar que se ha escogido: la población civil indefensa; y también por el lugar donde han sucedido los hechos, un país poderoso de Europa.
La forma escogida y las personas asesinadas hacen que se deba condenar con la mayor firmeza actos absolutamente aborrecibles. Son unos monstruos los que disparan indiscriminadamente contra seres humanos desarmados y a estas alturas de la historia. Y no acabamos de acostumbrarnos a este odio visceral de fanáticos enloquecidos que ven enemigos entre todos aquellos que no siguen su religión o en aquellos que siguiéndola no se adhieren a su línea perversa, muy alejada de los principios, aunque equivocados, del Corán. Estos son los primeros culpables.
Pero, hay otros culpables que pronuncian discursos emotivos y amenazantes a la vez, especialmente los primeros dignatarios de Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña. Ellos, con sus acciones oportunistas, han hecho nacer al monstruo religioso denominado Estado islámico al provocar el derrocamiento del régimen autoritario de Saddam Hussein primero, en Irak, y apoyar después el derrocamiento de muchos regímenes laicos en el Norte de África y el Medio Oriente a título de primavera árabe, la que después derivó en un largo invierno que no acaba de terminar.
Las potencias occidentales han destruido Libia, el Estado más desarrollado de África, el que ahora es un país de grupos armados que se enfrentan entre sí y con la infraestructura casi destruida. Ahora arremeten contra Siria, pretendiendo imponer un régimen afín a sus intereses. Pero, en política se debe entender que generalmente existe un enemigo principal y otro u otros secundarios. En el caso que nos preocupa es el Estado islámico el objetivo que se debe eliminar y después resolver pacíficamente los problemas en esa región de Medio Oriente con elecciones democráticas y transparentes y supervisadas por la ONU. Lo de Libia ya no tiene remedio, al menos por mucho tiempo.
¿Y cuál debería ser el método a adoptar? Desatar una guerra internacional total contra los terroristas islámicos, incluyéndose al Estado islámico y a Al Nusra y otras vertientes de Al Qaeda en el Norte de África y Medio Oriente. La guerra debería ser militar, pero principalmente política, debilitando los fundamentos del extremismo religioso. Sin la participación de todas las potencias, sin distinción de líneas ideológicas, sería un esfuerzo inútil.
Por otra parte, resulta imperioso ingresar a una guerra terrestre en la zona ocupada por los terroristas con un contingente internacional bajo la responsabilidad de las Naciones Unidas, inclusive a pesar del creciente desprestigio de ésta.
El error que no se debe cometer es buscar réditos políticos y económicos en el asunto. El interés mayor radica en asegurar a los pueblos procesos democráticos y soberanía política y económica, además de la consecuente reconstrucción material de las zonas ya afectadas o de las que lo sean en el futuro próximo. Si no se asumen medidas perentorias, el terrorismo crecerá y más sangre correrá. Solamente así se podrá rendir honor a las víctimas del fatídico viernes 13.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.