Jueves 12 de noviembre de 2015
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Cada d铆a estoy m谩s convencido de que tenemos que caminar por la senda de la generosidad, con el timbre comprensivo de unas manos dispuestas a socorrer, para darnos aliento mutuamente, sin otra compensaci贸n que cimentar lo arm贸nico como abecedario fraterno. No tengamos pereza por avivar el sosiego en un planeta, que es casa com煤n de todos y de nadie, y por dar valor a toda vida humana, frente al menosprecio de algunos extremistas radicales, que no entienden nada m谩s que de violencia y atropellos. Los pacifistas siempre tenemos una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso de concordia. Universalizar los derechos humanos y las libertades fundamentales ha de ser nuestro mayor desvelo. Noviembre, si cabe, a煤n es m谩s propicio para poder llevar a buen t茅rmino nuestra inquietud; no en vano, celebramos el d铆a diecis茅is el emblem谩tico esp铆ritu condescendiente, el de la tolerancia con nuestro pr贸jimo, siempre pr贸ximo a nosotros.
Los perezosos 煤nicamente hablan de lo que piensan hacer, de lo que har谩n, y al fin, dejan todo sin hacer. Hay cuestiones que no pueden esperar. Que nos llaman tanto a la reacci贸n como a la acci贸n. Para desgracia de todos, cada d铆a son m谩s los espacios del planeta que precisan ayuda humanitaria ante esta volc谩nica atm贸sfera de conflictos que nos invaden por todo el mundo. Llegar a tiempo es salvar vidas humanas. 驴Habr谩 cuesti贸n m谩s importante que protegerles?. Ciertamente, tenemos que combatir activamente el miedo, el odio y el extremismo con el di谩logo, la comprensi贸n y el respeto mutuo. Ya lo sabemos, pero tampoco podemos, ni debemos, quedarnos con los brazos cruzados ante estas riadas de venganza. Es verdad que el mundo precisa reconciliarse m谩s all谩 de las culturas, de las buenas intenciones, pero para que la convivencia sea posible no vale con el silencio de las armas, es preciso trabajar a destajo para que todo ser pensante tenga sus necesidades b谩sicas cubiertas; quiz谩s tengamos que cultivar m谩s la justicia, y no quedarnos tranquilos con la mera disposici贸n del silencio, o de donar las migajas que a nosotros nos sobran.