Jueves 08 de abril de 2010

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Editorial y opiniones
Respetar el orden del Templo viviente interno
08 abr 2010
Por: Maximiliano Corradi
Nosotros mismos somos responsables de nuestro sufrimiento. La ley de Dios no contiene nada malo. Si conseguimos poner orden en nuestro «templo», nuestra alma se aclara, nuestro cuerpo se vuelve más luminoso y nuestro ser más claro.
No son nuestros semejantes los que tienen la culpa de nuestro sufrimiento, sino que somos nosotros mismos los responsables, pues con nuestra forma errónea de pensar y actuar hemos provocado desorden en nuestro cuerpo, y con ello hemos interrumpido la corriente de la sanación.
Enfermedades, necesidades, golpes del destino y cosas similares no vienen de Dios, ni tampoco de «otros», sino que vienen de nosotros mismos, pues nosotros mismos hemos grabado lo que nos lleva a ello. Nos hemos alejado del océano de la vida y nos hemos dirigido a tierra seca.
En las enseñanzas del Espíritu de Dios, y también en la enseñanza y en las palabras ricas en imágenes de Jesús, se nos remite una y otra vez a nosotros mismos, por ejemplo, con la frase “Tú eres el templo de Dios, y Dios vive en ti”: si devastamos nuestra iglesia, nuestro templo, experimentaremos el desorden en el templo. Para cada uno de nosotros eso significa que somos nosotros mismos los que hemos creado el desorden, y por ende, nosotros mismos somos los que tenemos que volver a restablecer el orden a través del cumplimiento de las legitimidades que Dios nos dio a través de Moisés, en los Diez Mandamientos, y por medio de Jesús, el Cristo, en Su Sermón de la Montaña. Se nos llama para que cada uno ponga orden en su propia casa, en su iglesia, el templo, pues somos nosotros mismos los que hemos devastado nuestra casa.