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Invitado


Domingo 08 de noviembre de 2015

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Cultural El Duende

Jorge Fernández Granados

08 nov 2015

Jorge Fernández Granados. México, 1965. Entre otros galardones, ha obtenido el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines (1995) y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (2000). Ha publicado en poesía: La música de las esferas (1990), El arcángel ebrio (1992), Resurrección (1995), El cristal y Los hábitos de la ceniza (2000), Principio de incertidumbre (2007). En narrativa: El cartógrafo (1996). En crítica: La fábula del tiempo, antología de la obra poética de José Emilio Pacheco (2005).

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[Mañana]

Mañana leerán otros ojos su nombre sobre el agua

y serán los mismos ojos, nuevo el dilema de su polvo.

Siempre este mar que todo sueña

en un deleite de murallas.

A ti, lóbrega sal, marea de materia sin contorno,

dulce terror de lo que está a punto de nacer, la mudanza.

A ti, señora del mar, descienda un relámpago, el responso,

un gramo de la luz bajo tus manos moverá la espuma

y un soplo guardará el lugar donde el mar

y el cielo se cruzan.

[El náufrago]

El Náufrago en la soledad desanda el vago itinerario.

Busca en la escritura de la noche la semilla del sueño

que le impuso el destierro, oscuro y terrible,

hacia el estrago

más que infinito de su soledad, de su morir eterno.

Ve, mecido en el mar de la pregunta, líneas en su mano

para interpretar el oscuro caos que ciñe los cielos.

Pero el puño de arena huye de la mano que lo apresa

para ir a dar al infinito innumerable de la arena.

[Acto fugaz]

Un acto fugaz. Un justo quehacer de manos diminutas.

¿Quién soy para interrogar el calor que sueñan

mis entrañas?

Un barco en dádivas de viento bajo células que apuran,

reman su ciego azar en venas, semejanzas agobiadas,

galeones de historias inescritas, pinceladas, texturas,

cuevas de fragor y desamparo, de lucha ensimismada,

un quehacer de furias invisibles y químicas ciudades,

lodo del logos, lánguida ley de enlaces, sombra de sangre.

[Alma de la Forma]

Alma de la Forma, reptil a gotas de un cielo de ceros,

Límite de un álgebra falaz en su hermética locura.

El azar enciende estrellas en la noche natal del tiempo,

danza su baile de vértigos binarios y se desnuda

en el rodar de los dados. La Nada acaricia sus sueños

que la carcajada de la eternidad erige y derrumba,

cuya arquitectura es una cifra elemental de jugadas,

disparo de vaivenes, desolado tallar de barajas.

[Sueño]

Sueño que soy. Sueño un insomnio apresurado

de la arcilla:

la flauta que afinó el viento para escucharse sollozando,

vigilia del espíritu en acecho, mudanza y rapiña.

Nada soy sino la intrusa boca que se interroga cuando

le duelen los labios de beber el alba, y, arrepentida,

me señala el paso insignificante de sus verbos náufragos.

Mi prisión no es de carne sino de tiempo. Soy extranjero

sobre el mundo y un veneno de tiempo modeló mis huesos.

[Lenguaje]

Un lenguaje. El viento en la flauta que traduce

otro silencio.

El barro que le llora a la luz con su ruido de palabras,

la casa donde habita el humo primitivo del reencuentro.

Un lenguaje. Cántaro donde aprende a sonreír el agua.

Apenas un hilo de oro sigiloso en la trama, el Verbo,

apenas una lágrima ritual de la lluvia que escampa,

apenas la sal misteriosa que alguna noche ve el cielo,

y en la ceniza esconde, deslumbrante, el tembloroso fuego.

[Dios]

Dios, agazapado en el accidente nómada del juego,

se disuelve mudo y huraño en su profana contingencia,

ronda los escondrijos matemáticos y asalta el rezo

como un puro duende legendario que ríe sin respuesta,

un anacoreta menor de los desvelos en el vértigo

de los químicos vocablos que balbucearon las estrellas.

Porque este innumerable Ser sin coordenadas está ileso

de toda dimensión, es una espesa ausencia de silencios.

[Alteridad]

Corre en su cauce de alteridad mi río. Horas en hordas

son ansias y seres trashumantes que lleva entre su cauce.

Duerme mi río su meditación profana sobre rocas

y su profunda piel de guijarros murmurando deshace

la alta nieve imposible que desde los astros se desploma.

Oigo a mi río agitadamente latir como a otra sangre.

No sé qué mar lo enerva. No sé qué amor.

¿Dónde quiere ir

su limo errante dentro

del torrente de este instante gris?

Para tus amigos: