En el presente ensayo, el comunicador y ensayista cochabambino Fernando Rollano Prado aborda la importancia de la escritura de ficción frente a la realidad y la plasmación de las libertades individuales
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¿Cuál es la significación de escribir ficción, de inventar en el papel artificiosas y particulares historias (en minúsculas), en este tiempo de transición milenarista, cuando la Historia (en mayúsculas) única y coherente que envuelve y define a gran parte de la humanidad se antoja como agotada y se deja sentir como un callejón sin salida?
Cerrándose el siglo XX y empezando el siglo XXI, la existencia y es estado de ánimo individual y grupal del hombre occidental civilizado, racionalista y utilitario, son herencia de dos condicionantes ideológico-filosóficas, contrapuestas y complementarias, encaminadoras del pensar, sentir y accionar del ser humano en cuestión: el positivismo de la Ilustración dieciochesca y el materialismo histórico del siglo diecinueve.
Desde la Revolución Rusa en 1917, pasando por las de 1959 (Cuba) y 1979 (Sandinista), incluyendo al proceso de descolonización tercermundista de los 60, hasta la Perestroika de los 80, este ha sido el tiempo de la conquista en pos de la Libertad ideológica, polÃtica y económica.
Comprendiendo a todos los "ismos" artÃsticos: romanticismo, simbolismo, impresionismo, modernismo, vanguardismo, surrealismo, existencialismo, realismo mágico; abarcando a todos los otros "ismos" socio-culturales: hipismo, nudismo, sexismo, esoterismo, mentalismo; el siglo XX ha puesto en el centro del escenario, en primer plano, al individuo; a los poderes, derechos y caprichos de la persona, del actor único de esta obra magna.
¿En el campo artÃstico? Manifestación definitiva de las libertades individuales de expresión frente a una realidad insondable y en continua mutación, este actor ha estado representado, entre otros, por nombres de "maestros" De la transición en la búsqueda estilÃstica y temática, como Manet, Monet, Cezanne, Picasso y Dalà en la pintura; Mozart, Beethoven y Debussy en la música; Flaubert, Joyce, Kafka y GarcÃa Márquez en la literatura.
Si en la literatura hay un autor que sintetiza en su obra el estado de ánimo de perdido en pos de su libertad interior y exterior del hombre; y de la precariedad e inseguridad de la solitaria existencia humana frente a una realidad incomprensible y hostil, se trata del escritor checo Franz Kafka, retratista intimista y social de la condición humana en el siglo que se despide.
La imagen arquetipo del hombre-alado del presente y del mañana, es el modelo que se encuentra dentro de una "cajita feliz", mostrando una figura humana cargada y sobre-equipada con lo último de la tecnologÃa -al estilo inspector Gadget-, sostenida en una base de arenas movedizas que la engullen. Modelo miniatura reproducido en gigantes pantallas callejeras con subtÃtulos en cientos de idiomas en todo el globo terráqueo, al estilo del show de Truman.
Este inspector Gadget, paciente lejano de Gregorio Samsa, se ilusiona con conquistar el cosmos, aun cuando no ha resuelto su dilema hamletiano en sus variaciones actualizadas: ser más o simplemente ser; morir liberándose o liberarse del ansia de ser libre; rendirse y someterse ante las vicisitudes históricas o trascender los condicionamientos y las limitaciones circunstanciales.
Y este transitar entre siglos se registra sin dejar, por lo menos asà pareciera ante una mirada contemporánea exenta de una valoración a retrospectiva, a sus correspondientes "maestros de la transición" en el contenido y en la forma de la obra literaria en particular y artÃstica en general.
Individuo este, liberado al fin de cualquier referencia y condicionamiento externo para elegir, una vez más, entregarse a una nueva utopÃa esclavizante; viviendo ya un tiempo actual que se va desconectando del progreso unilineal y de la representación determinista del mundo para adaptarse a una nueva percepción y vivencia espacio-temporal de la realidad en la que prevalece la universalización, la simultaneidad y multidimensionalidad.
Es que el arte de contar historias es el ejercicio más antiguo del mundo, tan remoto y esencial como los ejercicios respiratorios, por lo que cabe deducir que el ser humano proseguirá creando arte y componiendo literatura mientras este sujeto continúe respirando. Es más, la continuidad y perpetuidad del instante presente del texto leÃdo, de la historia (en minúsculas) re-descubierta, una y otra vez, en diferentes idiomas, estilos y corrientes, asegurarÃa la consistencia y pertenencia del hombre, del lector, en la Historia (en mayúsculas) común y compartida de la humanidad. La palabra escrita -y leÃda-, la ficción recreada y compartida, estarÃa permitiendo que el hombre escape de lo que Heidegger vino a llamar "el olvido del ser".
La novela moderna y contemporánea, en especial, no ha economizado recursos lingüÃsticos ni escatimado alternativas expositoras para intentar comprender y descifrar la condición y el destino humano. Desde los ambiciosos siete volúmenes de miles de páginas del pasado perpetuo de Proust, atravesando por los menjunjes alucinógenos y surrealistas con heroÃna intravenosa de William Burroughs, hasta arribar a los mesurados y lacónicos pasteles rurales canadienses de Howard Norman, la ficción ha consolidado al individuo, al yo supremos, como amo y señor de ese gran cambalache, siglo XX.
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