Sábado 07 de noviembre de 2015
ver hoy
Es conocido que el concepto de valor no puede definirse en sentido estricto; pertenece a aquellos conceptos supremos que no permiten ninguna definición apropiada. Cuando se quiere entender el valor deben espigarse tres ramas: la vivencia del valor, la cualidad del valor y la idea del valor.
Si entendemos como vivencia el valor es colocado en la psique, en la conciencia y se incurre en error opuesto cuando se tiene presente sólo la idea del valor y se convierte en cosa y se tiende a hipostasiarlo o concretarlo. Por último, si se concibe el valor como cualidad, modalidad de una cosa, se lo naturaliza y se hace del valor algo propio de las cosas. Estas concepciones son unilaterales, perciben algo correcto, pero lo ven demasiado exclusivo y obvian otros detalles cardinales; el valor es algo vivido, se vive el valor de un hombre, la belleza de un paisaje o cuadro, la santidad de una iglesia y las vivencias de los valores éticos, morales, estéticos y religiosos.
La teorÃa de los valores tiene punto de partida en el fenómeno del valor y fenómeno es todo lo inmediatamente dado. Pero este valor se da en la vivencia del valor y reflexionar sobre el fenómeno del valor significa centrar el pensamiento sobre el vivir los valores. Cuando en los humanos se iluminan los valores que llenan con su fulgor y se convierten en un suceso bienhechor y enriquecedor de la intimidad del hombre, se habla de vivir los valores: por ejemplo, cuando un juez dicta una sentencia justa y apegada a los códigos; ese juez en su intimidad está viviendo los valores y ha reconocido la impartición de justicia como valiosa, es decir, ha estimado, valorado el valor de la justicia imparcial, actitud que pertenece a su esencia de hombre unidad a su voluntad como centro de gravedad del ser humano y, si el juez quiere lo que de alguna manera le parece valioso, admite su acto como digno de esfuerzo y este es el efecto anÃmico de vivir la justicia aplicándola correctamente y sin influjos de ningún arte.