Uno de los graves y grandes problemas que afectan la estructura de los sistemas de gobierno, en periodos irregulares, pero también en democracia, es el que conocemos como corrupción y que se da en diferentes grados e instancias de las actividades de cualquier administración estatal.
Lo que preocupa es que la acción atrabiliaria de alguna gente está contaminando, o ya lo hizo, a una gran parte de quienes trabajan como funcionarios públicos entre los que se salvan los más íntegros, los que tienen moral acrisolada, los que practican y siguen ejemplos de honestidad, responsabilidad e idoneidad y son los pocos que salvan la imagen critica de lo que ocurre en el aparato estatal.
Lo que es malo suele saltar y contagiar elementos sanos, de ahí que en materia de irregularidades de repente hay que mencionar también a sectores que son parte de esquemas sociales particulares, incluyendo a sectores de servicio como transporte, gremial, sindical, cooperativas y hasta ciertos segmentos de profesionales, por lo tanto esto de la corrupción, tiene carta de ciudadanía.
Resultaría realmente raro si algún día no se registrara algún caso de corrupción, ese mal que corroe el aparato estatal, puede ser el sistema de la administración de justicia, pasa por ministerios, y en las ciudades se instala en oficinas de gobernaciones o alcaldías y en otras dependencias en las que por x ó z, hay posibilidades de sacarle el jugo a la fruta prohibida.
La tentación llega cuando menos se piensa, enredando a funcionarios duchos y de vasta experiencia o a jóvenes e inexpertos funcionarios, hombres y mujeres, la circunstancia es propicia si se trata de sacar ventajas y obtener réditos extras, aunque los resultados, tarde o temprano pueden ser catastróficos.
Los procesos irregulares son el resultado de la permisibilidad de gobiernos de toda orientación, izquierdistas, del centro o la derecha, como también de aquellos que hicieron escarnio con los fondos públicos en tiempos dictatoriales, pero tampoco se excluyen de la práctica irregular los llamados democráticos, en los que también se cuentan y en buen número los casos en que se saquean las arcas del Estado.
Si de gobiernos se trata, pluralizando el concepto, la cosa se instaló en varios países, en tiempos de terror con mayor facilidad, pues nadie podía ejercer control y menos reclamar por indebidas y autoritarias actividades. En tiempo en que los Estados se desenvuelven al amparo de la democracia y supuestamente con claras reglas de juego, la maligna corrupción también sacude las bases de la normatividad reinante y estremece la estructura de gobiernos, estimados como los más fuertes, legales y correctos.
La corrupción tiene significación de epidemia, afectó al Brasil, Argentina, Perú, Chile, Ecuador, Colombia y Venezuela, México y otros de Centro América, por lo mismo, según los políticos y observadores nacionales, no es de extrañar que también en el nuestro sea parte de la práctica del sistema gubernamental y alguna concomitancia de servicios afines.
El caso es que aún reconociendo el asunto no se encaren soluciones drásticas para cortar el mal, dejando pasar y sabiendo que la epidemia cundió bastante y es parte del diario vivir, se da lugar a que se cumpla el dicho "mal de muchos, consuelo de tontos".
Fuente: La Patria
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