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Domingo 01 de noviembre de 2015

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Revista Dominical

Las ruinas de Huarcamarca

01 nov 2015

Por: Boris Bernal Mansilla - Escritor, Filósofo del Derecho, Descendiente del Cacicazgo Kutipa de Italaque y Delegado de Culturas, Interculturalidad y Turismo del Gobierno Autónomo Municipal de Mocomoco del Departamento de La Paz

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Luego de dos horas de caminata desde el distrito de Wilacala del municipio de Mocomoco en la provincia Camacho del departamento de La Paz, arribamos junto al alcalde Prof. Elías Mollehuanca a la comunidad de Huarcamarca.

Un panorama místico y acogedor nos da la bienvenida. En lo alto de una de las montañas se divisa grandes elevaciones de rocas de color marrón que engañan la vista de propios y extraños, que muchas veces logran ver en ellas una gran ciudad, como nos cuenta el Prof. Elías Mollehuanca: "De niño yo estaba en Huallpacayu, y cuando estaba amaneciendo vimos junto a mis papás a lo lejos un pueblo, pero en la medida que salía el sol este desaparecía. -Les pregunté qué se llamaba ese pueblo, y ellos me dijeron Huarcamarca".

Al acercarnos más a estas formaciones y elevaciones de roca, nos sorprende ver una "centenar" de cavernas desperdigadas en todo el panorama, al respecto Cecilia Lipa Quispe, originaria de la comunidad de Huarcamarca nos relató la siguiente leyenda: "Un día los amautas convocaron a la gente, y dieron órdenes expresas de esconderse en las cavidades de las rocas, de no salir de allí hasta que todo hubiera pasado, de cerrar los ojos y de pedir a las huacas para no sucumbir ante lo desconocido. Los amautas creían conocer el momento exacto y el rumbo preciso por el que surgiría aquel misterioso poder, cuyo nombre, según la leyenda, era Willka (El Sol). Hicieron cálculos exactísimos del momento de la aparición del sol, pero no lograron atinar la dirección exacta de su surgimiento. Dijeron que saldría por el occidente y anhelaban que su llegada fuera el inicio de una era prodigiosa.

Todo el pueblo obedeció las órdenes de los amautas: esconderse en pequeñas cuevas mirando hacia el oriente: -así estaremos a salvo - pensaban. Se escondieron todos, pequeños y grandes: aguardaron, con natural paciencia, el inicio de una nueva era y la salida del sol. El silencio de la tierra inundaba el universo. Y salió el sol, para sorpresa de todos, por el oriente, quemando a muchos, matándolos y dejando sus cuerpos inmóviles entre las rocas. Sin embargo, la de aquellos fue una muerte sin dolor porque la tibieza de los primeros rayos de sol sedujo a los hombres y regocijó a los niños. Todos gritaban alegres, pero muchos murieron porque no estaban acostumbrados más que a los hielos y vientos helados de la cordillera que penetraban por cada poro de la piel hasta llegar a lo más profundo del alma. Murieron abrasados, sonrientes: habían conocido a un dios poderoso e increíble. Y surgió una época brillante en la Tierra.

Hasta el día de hoy están los huesos de aquellos que murieron a causa de la salida del sol. Duermen y nos vigilan desde las grietas de las montañas. Nadie se atreve, ni debe tocarlos o moverlos del sitio. Están allí para protegernos y cuidarnos y eso recordamos de generación en generación los habitantes de Huarcamarca".

Es así que poco a poco ingresamos al centro de estas formaciones, donde de pronto se abre y aparece en el escenario un conjunto de construcciones de piedra y barro que se extienden por más de cuatro hectáreas. De esta forma llegamos a "Las Ruinas de Huarcamarca".

Una primera prospección del conjunto arquitectónico de Huarcamarca resalta una serie de construcciones rectangulares y circulares de piedra, típicas de los depósitos del periodo incaico, como describe el inca Garcilaso de la Vega: "Es a saber que por todo el reino había tres maneras de depósitos donde encerraban las cosechas y los tributos. En cada pueblo, grande o chico, había dos depósitos: en el uno se encerraba el mantenimiento que guardaba para socorrer naturales en años estériles; en el otro se guardaban las cosechas del sol, y del inca. Otros depósitos había por los caminos reales, de tres a tres leguas, que ahora sirven a los españoles de ventas y mesones� llevan (los indios) por su cuenta y razón a los depósitos que estaban en los caminos donde encerraban bastimentos, armas, ropa de vestir y calzado para los ejércitos que por ellos caminaban a las cuatro partes del mundo, que llamaron Tawantinsuyo".

Estudios realizados a depósitos incas en Huanaco Pampa en Perú reflejan que las estructuras de estos se dividían en circulares destinados a conservar el maíz y rectangulares que eran para los tubérculos.

Por su parte, María Rostworowski, describe: "Son edificios relativamente pequeños dispuestos en hileras, usualmente sobre una colina. En general miran hacia el lugar de ocupación al que están asociados. Como otros edificios incaicos, las estructuras tuvieron dos formas básicas: circular y rectangular". Además de su ubicación sobre una colina, otra característica más detallada para distinguir a los almacenes de las viviendas u otras estructuras son sus puertas. El tamaño de estas es bastante pequeño en comparación de las puertas de otras estructuras. Las construcciones circulares tenían solo una puerta que casi siempre miraba hacia la subida de la colina. Los almacenes rectangulares tenían mayormente dos puertas, una que miraba hacia arriba de la colina y otra hacia abajo. El diámetro de las construcciones circulares por lo general mide entre 2 a 6 metros. Los almacenes rectangulares de 3 a 5 metros de ancho y de 3 a 10 metros de largo.

Además de las construcciones destinadas a depósitos, en las Ruinas de Huarcamarca destacan tres construcciones que aún no identificamos su función y queda pendiente su investigación. Así también de esta primera prospección se puede visibilizar un chullpar de dos niveles característicos del periodo incaico. Y por último sobresale de todo el conjunto arquitectónico una formación rocosa con forma de torre en el centro del lugar, donde al parecer se realizaban ritos religiosos.

Es así que comienza nuestra travesía en esta hermosa y mística tierra de Huarcamarca perteneciente al municipio de Mocomoco del departamento de La Paz. Queda mucho por hacer, tenemos las energías e ímpetu de continuar con nuestras investigaciones a pesar de nuestras limitaciones económicas y materiales.

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