La acogida de los refugiados, voluntaria u obligada, es una necesidad humanitaria, un deber moral, una huella de lo que queda de civilización en un mundo donde proliferan la xenofobia, el racismo, el odio. Pero la opinión pública europea está dividida a la hora de hacer frente a la tragedia de los refugiados: dos sentimientos contradictorios se entremezclan. Por un lado, se quiere expresar la solidaridad y por otro se teme aceptar un grado elevado de inmigrantes económicos.
Muchos denunciaron este repentino cambio de actitud. Pero en realidad era perfectamente lógico: Alemania quiere acoger a los refugiados e inmigrantes, con tal de poder elegir lo que le conviene según sus necesidades, aunque haciendo de los verdaderos refugiados (sirios, iraquÃes y afganos) una prioridad. Lo importante es que, siguiendo a Alemania, unos Gobiernos europeos decidieron hacerse eco de la emoción de su opinión pública a favor de la acogida mientras que otros, cuya punta de lanza es el Gobierno ultraconservador de HungrÃa, adoptaron una lÃnea tajante de rechazo.
Es decir, ¡cuán profunda es la crisis de Europa! Además, la "obligatoriedad", pese a que es necesaria y paradójicamente civilizadora en el caso actual de los refugiados, no fortalece la identidad europea sino que favorece el auge de los resentimientos nacionalistas. Lo que demuestra, otra vez, la necesidad de abrir el debate de valores sobre lo que quiere ser en sà misma Europa. Cuando en Siria, paÃs vecino, hay ocho millones de desplazados, cuatro millones de refugiados y más de 200.000 en las fronteras europeas, este debate de valores se vuelve más que imprescindible, sobre todo si, al mismo tiempo, unos paÃses europeos están interviniendo militarmente en este paÃs.
(*) Es Catedrático de Ciencias PolÃticas
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