Los grandes aciertos de la humanidad para haber alcanzado los grados de desarrollo y progreso, se han debido, innegablemente, a conductas con valores y principios que son producto de virtudes practicadas por sus pueblos. Es un hecho que los hombres que lograron la libertad de las naciones, el imperio de los sistemas democráticos, el destierro de las dictaduras y tiranías, el dominio a grupos vandálicos que asolaban poblaciones y destruían todo a su paso, es obra de quienes han obrado con mucha conciencia de los derechos que tenían los pueblos para vivir en paz y concordia.
Las virtudes son el efecto del cumplimiento de las leyes morales y religiosas, son el resultado de la formación sobre bases firmes de generaciones de personas que se han consubstanciado con los derechos de su prójimo y han entendido que para alcanzar plenamente los bienes y frutos de la naturaleza dispuestos por Dios, son necesarios cerebros que sepan alcanzar noción de amor, solidaridad y servicio en aras de quienes esperan vivir plenamente en libertad y armonía.
Sin embargo, hay que lamentar que no todos los hombres actúan dentro de normas basadas en virtudes y, si lo hacen es para conseguir poder político, económico y social mediante la fabricación de armas, creación de sistemas y medios para arrebatar la vida y para conseguir más poder. Son grupos contrarios al bien común y que se sirven de la buena fe, la confianza y las esperanzas de quienes creen que la fe y las buenas intenciones rigen la vida de quienes poseen poder; pueblos que han entregado sus esperanzas a ideologías y regímenes que han demostrado servir sólo a intereses subalternos y contrarios a los derechos humanos.
Las virtudes son los cimientos de valores y principios que practican los hombres y las instituciones consagradas al bien común, a fortalecer las grandes obras, al desarrollo de las ciencias y las artes; hombres que, con su sapiencia, han sabido entender que el hombre no debe ser el peor enemigo del hombre en consonancia con quienes buscan la paz de los pueblos a costa de las guerras, las discordias y los enfrentamientos, a costa de las injusticias y desigualdades practicadas en naciones que viven en extrema pobreza y a las que se evitan los medios para que puedan vencer las limitaciones que tienen para generar mejores condiciones de vida.
Mientras el ser humano cuente con cualquier poder sea político, social o económico y no practique virtudes que se hacen valores y principios, siempre estará inclinado a obrar mal, a utilizar a sus semejantes para el logro de apetitos e intereses personales y de grupo; usará la buena fe y esperanzas de quienes lo siguen para acrecentar su egolatría porque carece de virtudes o, si las tuvo, las olvidó o anuló porque esas virtudes y valores eran freno para no provocar daño y eran acicate para la práctica del bien que sólo arrienda ganancias dignas.
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