El pasado 18 de marzo, Marcelo Ardúz Ruiz, hizo la presentación de su escrito “Tito Yupanqui: el San Francisco de los Andes”. Fue un privilegio que Ardúz hiciera la presentación primicial de la obra en la Villa de San Felipe.
El escrito, fruto de la perseverante investigación, de su autor, trae a colación la vital labor evangelizadora del Inca Tito Yupanqui entre sus propios connaturales, siendo la milagrosa imagen de nuestra Señora de Copacabana el nudo central de su extraordinario apostolado en la búsqueda de la conversión de los nativos y como una misión especialmente encomendada por su padre Inca Guaynacápac.
La llegada de los europeos al Nuevo Mundo, produjo un triple descubrimiento: 1) Descubrimiento de España, Europa, y todo el resto del mundo por entonces conocido, de un continente del que no había noticia alguna; 2) Descubrimiento de América también por parte de los propios indígenas americanos a partir de 1492, desconocido por ellos hasta entonces; y 3) “Hay por fin, en el término Descubrimiento un sentido más profundo y religioso, poco usual. En efecto, Cristo, por sus apóstoles, fue a América a descubrir con su gracia, a los hombres que estaban ocultos en las tinieblas”.
El escrito es una preciosa radiografía de ese proceso de “descubrir”. Como lo subraya Marcelo Ardúz Ruiz, el Inca Tito Yupanqui, “no solamente es el iluminado modelador de las veneradas imágenes de Copacabana y Cocharcas (ésta última ´Patrona de la Diócesis de Abancay en Perú), sino también el más auténtico evangelizador de las poblaciones nativas del Nuevo Mundo”.
El imperio de los incas fue el mayor y más efímero de los reinos que encontraron los españoles en el Nuevo Mundo. Crónicas antiguas hablan de una serie de legendarios incas, “pero propiamente el imperio incaico histórico dura un siglo en el que se suceden cuatro incas, o cinco si incluimos a Atahuallpa”.
En lo que respecta al aspecto religioso “los incas asumieron los cultos de los pueblos vencidos, al mismo tiempo que les imponen su religión de Estado. Produciéndose consecuentemente, una subordinación de las religiones tribales a la religión solar de los incas”.
De acuerdo a la cronología que recoge el escrito de Ardúz en 1535, “según el historiador Julio Díaz A., nace Tito Yupanqui, el menor de los hijos de Paullo Topa” éste a su vez, hijo del Inca Guaynacápac. En 1549 “fallece Paullo Topa en el Cusco, entregando la mascapaicha imperial a su hijo Francisco Tito Yupanqui, con el encargo especial de culminar la causa evangelizadora de los nativos”.
Hacia 1570, el Inca Tito Yupanqui, configura una imagen de la Virgen en arcilla, que a poco tiempo es retirada por orden del rector del templo donde había sido colocada ésta, “por considerarla tosca, fea y desproporcionada”.
Diez años más tarde, Yupanqui, ingresa en Potosí como aprendiz de tallador en el taller del maestro Diego de Ortíz, del que un año y medio más tarde, y después de “intensivo aprendizaje” modela la imagen de nuestra Señora de Copacabana en la calle Almagro Nº. 710 de la ciudad de Potosí.
El 2 de febrero de 1583, Tito Yupanqui ingresó triunfante en Copacabana su pueblo natal, siendo entronizada la imagen que él tallara, en el altar del templo. “Imitándole, a finales de este mismo año, el indígena peruano Sebastián Quimicho que traslada en hombros una réplica hasta Cocharcas, en Perú”.
Del prólogo al epílogo destaca la obra la santidad de vida del Inca apóstol, cuya causa de beatificación no prosperó en 1618 cuando se quiso incoar ésta para elevar a los altares a Yupanqui como ejemplo modélico de santidad “india”.
La Iglesia en Bolivia, de acuerdo al escrito de Ardúz, tiene entre sus manos la posibilidad de reiniciar la causa en Roma, nada más oportuno y providencial en estos “recios tiempos”, en los que la increencia y la apostasía quieren derribar la obra divina, haciendo aparecer la evangelización de los nativos como una imposición colonizadora.
Tito Yupanqui, Inca, es la prueba más clara de que Dios se busca sus instrumentos, y que si éstos responden a su Gracia, el Espíritu Santo actúa de la manera más impensada.
Páginas de rico contenido histórico, que el Pueblo de Dios en Bolivia no debería desconocer y pedir al Cielo la pronta beatificación del que sería el “primer santo boliviano”.
(*) Director Nacional, Pioneros de Abstinencia Total
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