Erradicación de la pobreza

Hace una semana se recordó una fecha especial, declarada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como el Día Internacional para Erradicar la Pobreza, instituido en 17 de octubre de 1992, buscando concienciar a toda la comunidad sobre el flagelo que azota a millones de personas, la pobreza.

En muchas ciudades del exterior la ocasión sirvió para recordar estadísticas sobre la vigencia del aterrador problema que se confronta propiamente en el mundo entero pero con dramáticos efectos en los países de menor economía y alto índice de su dependencia económica. Varias naciones de África, Asia, Latinoamérica y también de Europa e inclusive de extremos en Estados Unidos, pasan por grandes limitaciones en la atención de grandes conglomerados que viven en extrema pobreza y sin que se definan soluciones concretas para que más gente viva en márgenes de equidad y dignidad.

Se han criticado las políticas económicas de las potencias industriales y de países que políticamente distraen sus responsabilidades para encarar proyectos de lucha contra la pobreza, disminuyendo los índices de la inequidad y ampliando los programas no precisamente asistencialistas, sino más bien de orden social y práctico con trabajo productivo, sostenible y sin exclusiones.

En ese afán de buscar soluciones concretas al problema de la pobreza en el seno de la ONU, se han aprobado los denominados nuevos "Objetivos de Desarrollo Sostenible" (ODS) que constituyen instrumentos sostenibles para encarar una lucha frontal contra la pobreza, promoviendo el respeto y protección de los derechos humanos, la diversidad cultural y hasta el medio ambiente, como parte imprescindible para reducir las desigualdades económicas y abrir un camino que permita la inclusión social de los marginados, que son la parte fuerte del enorme contingente de pobres en muchas latitudes del mundo.

Acercándonos a lo que ocurre en nuestro continente, es indudable que no se pueden excluir de cualquier análisis, los sectores marginales del Brasil, las villas miseria de Argentina, los barrios pobres del Perú, los extremos de pobreza en ciudades de Chile, el problema de los excluidos en Venezuela o las veredas de pobres en Colombia o Ecuador. Menos podemos evitar la situación de una realidad que lastima la conciencia boliviana, pues sigue siendo un lastre la cantidad de gente que vive en la marginalidad, en extrema pobreza, sin empleos y sin que se activen para ese sector programas sociales para incorporarla a las actividades laborales y sosteniblemente productivas.

Se dice que ha disminuido el índice de pobreza en nuestro país, hay menos pobres, pero los que todavía quedan en esa extrema situación son muchos y para ellos es necesaria la aplicación de programas sociales que les permitan ser parte de sistemas productivos, creados y sostenidos por el Estado, que a tiempo de combatir la pobreza, permitan tener ciudadanos trabajando, ganando lo justo y viviendo con dignidad. Faltan programas de asistencia social, que permitan habilitar fuentes de empleo, apropiadas a necesidades y condiciones de los sectores más vulnerables.

Hay menos pobres, pero los que todavía quedan en esa extrema situación son muchos y para ellos es necesaria la aplicación de programas sociales que les permitan ser parte de sistemas productivos, creados y sostenidos por el Estado, que a tiempo de combatir la pobreza, permitan tener ciudadanos trabajando, ganando lo justo y viviendo con dignidad.

Fuente: La Patria