Domingo 25 de octubre de 2015
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Me tocó esta vez, en el que probablemente sea mi último viaje a Europa, reencontrarme con un muy viejo amigo, que también es una de mis obsesiones. En el trayecto recibí la visita de una amiga de hace 45 años, Daniela Cipriani, mi compañera en la Universitá Pro Deo de Roma, que ya no existe más, por supuesto.
Mi amiga griega, Désfina Afdonidu, no acudió a la cita, porque sigue viviendo junto a la Plaza de Atenas, donde se encontraban los filósofos de la Grecia antigua para hablar de las nuevas ideas. Ahora, dice un amigo, la Plaza de Atenas es todo el mundo, gracias a la red.
Estuve en Florencia, donde pude comprobar que, como dice el filósofo, ningún hombre vuelve al mismo río, porque, primero, el río ha cambiado, fluye, y también el hombre ha cambiado. Esta vez, además del río y del hombre, cambió la ribera: no me pude tomar la foto de hace 45 años, con el Ponte Vecchio como fondo, porque en la banda donde fue tomada aquella foto ahora hay comercios, casi todos de paquistaníes, que nada saben de Da Vinci, Michelangelo o Dante.