Nos vemos encaminados hacia una sociedad de la soledad debido a diversos factores como la fragilidad del propio individuo y los determinantes de la vida moderna ante los cambios en el contexto económico y social. Condicionantes que han provocado un cambio en la estructura de los hogares. Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de EstadÃstica, los hogares unipersonales ya constituÃan en 2014 casi un 25% del total.
En España el 20% de los mayores de 18 años vive solo, el 59% por voluntad propia y el 41% restante por obligación. Por ello, el estudio diferencia entre dos dimensiones de la soledad: la objetiva y la subjetiva. Lo que las diferencia es la elección. La primera es una manera de estar solo sin sentir soledad. La segunda es un sentimiento que aparece por un problema de uno mismo, por echar en falta a otras personas o por tener dificultades a la hora de participar en los bienes y servicios de la ciudad, barrio o entorno.
El contexto social que ha precipitado el aumento de este sentimiento se puede trocear en diferentes factores: el descenso de la natalidad o el aumento de la esperanza de vida, que ha provocado el aumento de las personas mayores en la pirámide poblacional. Según los datos del INE, el 40% de los hogares unipersonales en España está formado por una persona mayor de 65 años.
Las realidades de las que más depende el sentimiento de soledad son tener pareja o no, los ingresos mensuales, que posibilitarán acceder a bienes o servicios donde generar redes sociales, el tamaño del municipio o la situación laboral.
El perfil de persona que más sufre la soledad es el de una mujer, sin pareja y sin trabajo. Algo que se produce porque vivimos en una sociedad en la que los hombres tienen más recompensa social y más prestigio. Bajo este prisma, los hombres tendrÃan más posibilidades de acceder a redes de apoyo o a bienes y servicios fuera del ámbito privado. Algo que para la mujer, en una sociedad que la vincula tradicionalmente al ámbito privado, serÃa más difÃcil.
Además, las mujeres son consideradas más vulnerables, tienen menor capacidad de renta que los hombres y se sienten minusvaloradas y más desamparadas. Por otro lado, al gozar de una esperanza de vida mayor que los hombres, viven en hogares unipersonales al final de su trayectoria vital en mayor proporción que ellos. El número de mujeres mayores de 65 años que viven solas dobla al de los hombres.
En cuanto a la percepción de los ciudadanos respecto al sentimiento de soledad, predominan tres respuestas ante la pregunta de cuáles son las causas más frecuentes: falta de comunicación y compañÃa, carencia de afecto y tristeza o depresión. Solo un 16% de los entrevistados lo atribuye a un fracaso personal.
(*) Periodista de el diario.es
Twitter: @martaborraz
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