Oruro ciudad limpia

La ciudad de Oruro fue -en tiempos que parecen ya inmemoriales- "la ciudad más limpia de Bolivia". Nuestra ciudad era un orgullo de limpieza y sanidad. Es que la limpieza es una verdadera cultura no necesariamente vinculada a la abundancia de bienes, sino sobre todo a una actitud, un valor, que tiene que ver con el respeto a la dignidad de la persona humana.

No hace mucho, las declaraciones de una presentadora de televisión respecto de la suciedad de nuestra ciudad, llevaron a interponer en su contra acciones judiciales por parte del entonces gobierno municipal de Oruro. Posiblemente la presentadora mediática, no tuvo la asertividad necesaria para enunciar lo que quiso resaltar provocando el enojo citado, pero, quiérase o no, dijo una verdad que molestó a muchos.

Esa pulcritud debe comenzar en cada cual. El aseo es algo de vital importancia ya que ese valor nos hace ser personas de limpieza habitual tanto en nuestra propia persona, como en los lugares que habitamos, trabajamos y transitamos. Podemos decir, en cierta forma, cómo es una persona o una familia mirando cuán aseados, ordenados y cuidadosos lo sean o no. Se nos reconoce por nuestra pulcritud e higiene personal.

Nuestra salud individual y social depende también de cuán higiénicos seamos. El valor de la limpieza, no debe circunscribirse solamente a nuestro aspecto personal, mostrando a los demás nuestra vestimenta, nuestro cuidado y limpieza, sino que debe reflejarse en nuestro diario vivir. Es decepcionante ver a alguien muy bien ataviado y perfumado, pero sus espacios de vivienda o trabajo desordenados y sucios.

Mire Usted el centro de la ciudad a la hora de salida de los colegios, los niños y jóvenes que salen de las aulas educativas, convierten en pocos minutos las calles limpias en verdaderos basureros. Recuerdo hace poco, en la semana de las fiestas patrias de agosto en el "desfile de los jardines de niños". A medio día las calles del centro de la ciudad habían quedado como si un huracán hubiera pasado por el lugar dejando todas las envolturas de todos los productos habidos y por haber. Eran los padres de familia, y por ende, los niños que habían esparcido a la calzada y aceras los desechos de sus golosinas, helados, jugos, etc.

Ni qué se diga en los lugares cercanos a los centros de abasto, que deberían ser los más limpios. Asimismo durante los días festivos, ya sea de acontecimientos cívicos, desfiles, o entradas folclóricas, la llamada "cultura festiva" convierte a quienes participan de éstos en promotores de suciedad y de contagios de todo tipo, cuando en vez de guardar sus desechos y llevarlos a los basureros, o a sus casas, los dejan por donde circulan o se sitúan.

La suciedad, es una manifestación subcultural, como subcultural es la micción y defecación en los espacios públicos, porque ese hecho, coloca algo privado a un nivel público, sin ningún pudor, rebajando al ser humano a una categoría inferior.

En marzo de 2008, la Asociación de Pioneros del Sagrado Corazón de Abstinencia Total internacional, entregó un documento a las autoridades del país en relación al "mercado y las oportunidades de acceso para el consumo de alcohol", con propuestas concretas, siendo una de éstas la recomendación de "que la industria de las bebidas alcohólicas asuma su responsabilidad, en la debida proporción, del daño que ocasiona la promoción y el consumo de bebidas alcohólicas en lo social y personal, y su consecuente abuso".

En tal marco, nos satisface ampliamente que el GAMO haya anunciado que quienes ensucian los espacios públicos verificando actividades sociales con la consecuencia de que éstas ocasionan suciedad y hedor, sean los responsables de las mismas quienes dejen los espacios públicos utilizados totalmente limpios. Lógico, no puede ser que la suciedad de uno, su mala educación, prepotencia y falta de higiene sea responsabilidad material de otros.

Concretamente, si una empresa fabricante de bebidas alcohólicas es la que más expende su producto alcohólico a expensas de la limpieza de la ciudad, ésta debe ser la que tenga la obligación de pagar las costas de tal limpieza. Dígase lo mismo de los restaurantes del centro de la ciudad que en las noches desechan el aceite reusado de sus cocinas, en la esquina Soria Galvarro y Bolívar. Obras son amores y no buenas razones.

Si nuestro alcalde solamente consiguiera cambiar la cara del Oruro campamento gigante en una ciudad luminosa y limpia, habría hecho la mejor gestión de todas.

(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total