Un servicio público que deberÃa ser factor de seguridad y comodidad para la vecindad de la ciudad, es en realidad un martirio y castigo diario que debe soportarse con mucha paciencia, voluntad e inclusive resignadamente, dada la inevitable necesidad de llegar al destino obligado de la fuente laboral, educativa, o cualquier otro sitio eventual a distancia del hogar, operación dolorosa que se repite más de una vez al dÃa.
El gran problema se origina en el tipo de vehÃculos del servicio público, la mayorÃa minibuses estrechos en los que además se han aumentado asientos y se ha disminuido el espacio para transportar personas cómodamente y no en similitud de "sardinas enlatadas", cuya posición no le interesa para nada al conductor del vehÃculo, mientras pague la tarifa y viaje callado.
El transporte de pasajeros es un gran negocio para los transportistas, algunos propietarios con más de tres y hasta media docena de unidades motorizadas, son empresarios que contratan chóferes asalariados, pero están agrupados en cooperativas o en sindicatos, organizaciones a las que sólo se puede acceder tras el pago de un fuerte derecho económico para uso de la lÃnea de servicio.
En el último tiempo ha crecido la población, se ha extendido la ciudad y hay más barrios que demandan el servicio de transporte público, por lo mismo es un negocio en proyección económica, pero lamentablemente sin perspectivas a corto plazo de mejorar el sistema, con movilidades de mayor espacio interior, con más capacidad de pasajeros y mejores condiciones de atención a los usuarios que por miles diariamente hacen muy rentable ese negocio.
No hay consideración con los pasajeros que son los que permiten ganar el pan de muchos dÃas a los transportistas, pagando el pasaje y recibiendo a cambio un desmedido castigo, especialmente en las dos obligadas operaciones que todas las personas deben cumplir subir al minibús y acomodarse como pueda y luego descender no sin antes golpearse la cabeza, recibir pisotones y pisar al vecino, salir con las ropas desaliñadas y en franca desesperación de respirar un aire menos viciado que el contaminado dentro el vehÃculo de transporte público.
Se trata de un negocio seguro y con seguridad que las inversiones en mejores unidades permitirá mayores utilidades, más gente trasladándose cómodamente en condiciones de seguridad, respetándose sus derechos y por supuesto recibiendo la retribución que corresponde al pago del servicio, que por lo visto satisface la expectativa de los empresarios del transporte de pasajeros en la ciudad, que nunca faltan.
Mientras pueda implementarse un mejor servicio de transporte de personas, es necesario que las autoridades de tránsito exijan el cumplimiento de normas vigentes, sancionando a quienes trasladen más pasajeros que excedan la capacidad de asientos, especialmente en los estrechos minibuses, sólo asà disminuirá el martirio cotidiano de los vecinos en general.
Fuente: La Patria
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