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Esta pequeña obra, de apenas 114 páginas y 50 microficciones, se deja leer de un tirón, como cualquier libro que quiere ganarle tiempo al tiempo y no restarle su escaso tiempo al lector. Lo que nos presenta Gonzalo Llanos Cárdenas, a diferencia de los cuentos de largo aliento, son narraciones que duran algo más que un suspiro. Ninguna de ellas llena una página y todas están ilustradas por el ingenio de este autor paceño que, desde un principio, nos sorprende "un cachito" con el intenso flash de sus textos e imagen, que se complementan en perfecta armonÃa como mellizas tomadas de la mano.
Esta antologÃa de "Cuento Feroz", que asusta con su tÃtulo pero que entretiene con su contenido, no lleva un sello editorial, no al menos en su primera edición de 2011, aunque sabemos que una gran parte de su producción literaria fue publicada por la editorial "El Aparapita", propiedad del periodista cultural y bibliógrafo ElÃas Blanco Mamani, reconocido promotor de la cultura y gran amigo de los amigos.
Para justificar la publicación de esta antologÃa mÃnima, que reúne los mejores textos de tres libritos anteriores al que tenemos entre manos, el mismo autor explica en la presentación, que lleva el sugestivo tÃtulo de "HabÃa una vez un cuento mÃnimo", las razones que le impulsaron a juntar sus mejores minicuentos en un solo libro: "Escribà lo que se llamarÃa Cuento Feroz 1, el nombre viene del desafÃo que tiene cada cuento: sorprender al lector; fue un librito pequeño para cobijar el tamaño preciso de los cuentos. Y asÃ, vinieron los lectores, los fans, los crÃticos, los sufrimientos, las observaciones y llegamos al Cuento Feroz 2, y luego al Cuento Feroz 3. Se formaron tres libritos que reunÃan más de un centenar de cuentos, por supuesto no todos buenos".
En la mayorÃa de las narraciones, que abordan temas inherentes a la condición humana y sus asuntos, los personajes aparecen retratados en situaciones adversas y diversas, donde las tristezas y alegrÃas se amalgaman con las ilusiones y esperanzas, como en un caleidoscopio que permite apreciar una infinidad de figuras que se yuxtaponen con sus más variados matices.
En otros, revelándonos su carácter dado a la juerga y el humor, el autor juega con el doble sentido de las expresiones y con una ácida ironÃa, que afloran de manera natural, quizás con la intención de provocar una sonrisa espontánea entre los lectores. En "El papito rey", por ejemplo, se narra: "Todos los dÃas, desde hace tres años, el padre y la madre se ponÃan juntos para ver almorzar a su pequeño hijo. Esperando cualquier demanda, cualquier orden, cualquier rechazo. Pensaban que no deberÃa sufrir de ninguna carencia como ellos sufrieron. Hasta que una mañana, el hijo feliz pidió a su madre que cerrara los ojos y el niño se orinó en la cara de la madre. Sorprendida la pareja recordó que ellos siempre fueron muy respetuosos con sus padres. Tomaron al niño y lo ahogaron".
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