Miercoles 14 de octubre de 2015
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Don Quijote es una fuente inagotable de interpretación simbólica; es el ciudadano perenne en la república universal de las letras. Hay lecturas distintas en cada época. Para los que no ven sino la conducta errática que confunde rebaños con ejércitos; molinos con gigantes; la campesina con una dama de alta alcurnia, es un personaje estrafalario. Pero en dimensión filosófica, sentimental y poética, es otra cosa. Traspasando la superficie externa se avizora el horizonte de un destino trágico.
¿Cómo lo han visto nuestros artistas? Un poeta, Gregorio Reynolds, haciendo alusión a la personalidad del caballero en cuestión, buriló con magistral factura el soneto titulado "Loa al rey de las quimeras":
"Gloria a ti, gran señor a quien venero/ Loco ejemplar, divinamente humano/ De Francisco de Asís eres hermano/ Y hermano de Don Juan, el pendenciero./ Necesitan, señor aventurero, /tu amparo la mujer, tu odio el villano/ y, eterno Rocinante, el vulgo vano, /tu luciente espolín de caballero./ Compendias a Jesús y a don Rodrigo/ de Vivar? Los poetas cuando sales,/ ávido de imposibles, van contigo, /porque el gran Don Miguel te hizo en sus males /consejero leal y buen amigo. / Tú por él y él por ti sois inmortales".
Un día llegó el famoso hidalgo a Chuquiago Marca en la pluma de Juan Francisco Bedregal. "Don Quijote en la ciudad de La Paz", es el título del relato. Es una prosa inimitable la de Cervantes, pero varios lo han intentado; desde aquel Avellaneda de la versión apócrifa, hasta Juan Montalvo de "Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes". Bedregal hizo una proeza al acercarse, por imitación, al estilo y fina ironía de la obra original. Según nos cuenta, Don Quijote sabía que "aún existen doncellas que han menester del amparo de mi lanza", y también que "abundan en Bolivia malandrines y follones". El anhelo de justicia es lo que le impele a recorrer por los caminos. En un lugar donde reina precisamente la injusticia, no es raro que le hubiese ido bastante mal a nuestro héroe. "Y así - nos dice Bedregal al concluir su relato -, inerme, desolado, andrajoso, sin escudero y sin caballo, salió de la ciudad heroica de La Paz, para no retornar nunca".
Fuente: Demetrio Reynolds