Miercoles 14 de octubre de 2015
ver hoy
La palabra es un medio maravilloso que permite la comunicación, el encuentro, el sistema para expresar sentimientos de amor, caridad, justicia, consuelo; la palabra es el mejor medio que posee el ser humano para expresar intenciones, afectos, pensamientos e ideas; es, por principio, el elemento preciso para unir a los hombres; pero, cuando la palabra se convierte en veneno o dardo que hiere y lastima, es reprochable, censurable, condenable y rechazable en todo sentido.
Así, en las relaciones humanas, muchas veces se profieren palabras que están fuera de lugar, que no sirven para los fines nobles que deben ser práctica y vida del ser humano; son palabras que hieren y lastiman los sentimientos ajenos y desvalorizan la condición humana, muestran que los sentimientos se hacen simples instrumentos del instinto, de la vocación por hacer mal, se hace arma para combatir el bien y hacer que impere el mal.
Esto es lo que ocurre muchas veces en la política partidista, especialmente en aquella que está revestida de poder que se hace discordia, petulancia, odio, rencor y se asienta en instintos contrarios al bien común. Esa política que muchas veces se basa en la soberbia, el mayor mal existente en la vida y que, de una u otra manera, es el principio de todos los males que dañan a la humanidad.