Lunes 12 de octubre de 2015
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Cuando los fundadores del marxismo calificaron a la religión en general como "opio del pueblo" se refirieron a la institución eclesiástica y en ningún sentido a la existencia divina. Este artículo viene a propósito de una obra del filósofo John Gray (False Dawn: The Delusions of Global Capitalism). Su base consiste en que muchas personas tienden a pensar en el ateísmo como una guerra entre la religión y la ciencia, "pero en tiempos antiguos, el ateísmo era más complejo y más rico" como asegura el pensador en una difusión de BBC Mundo del 10 de octubre de 2015. En este tiempo presente no existe diferencia fundamental entre marxistas y cristianos. Otrora, cuando reinó la inquisición, la reacción más recalcitrante devoró a la Iglesia Católica, lo que llevó a un cisma conservador con Martín Lutero, no hubo ninguna posibilidad de encuentro entre vertientes diferentes de salvación de la Humanidad.
Los ateos revolucionarios buscan desde siempre la justicia social lo que les obliga a asumir la idea fundamental de que la ciencia debe ser la base de nuestras creencias sin despreciar la existencia de Dios. A pesar de que el autor del libro mencionado cae en la reducción teórica de pensar a la religión como "una teoría primitiva de cómo funciona el mundo", un error inocente, pero razonable. Sin embargo, ésta no es la única clase de ateísmo, hay otro amorfo y existencial que no cree en la dignidad humana. En cambio el marxismo ha sido satanizado por conveniencias materiales y su filosofía ha sido denigrada al extremo, tergiversando los supuestos y proposiciones de la teoría de Marx, ?ngels y Lenin. Ellos nunca se opusieron a la presencia de Dios. Simplemente no podían ni debían conciliar con ideas perversas del poder ratificado en la clase dominante burguesa.
La historia muestra que el ateísmo puede tener una complejidad que va más allá de nuestra actual versión dominante. La mayor parte de los ateístas, que no todos, tiene sus propias visiones del Universo más relacionadas con la intelectualidad profunda. Y la ciencia no debe pelear con la religión ya que se trata de campos y espacios diferentes.