Señalan las vejaciones que sufren a quienes encierran en manicomios y en centros "especializados". Lejos de sentar unas condiciones para su recuperación, estos tratos terminan por hundir a quienes quizá se les pudo ofrecer un tratamiento en una fase temprana de su afección y asà impedir su agravamiento.
Desde Naciones Unidas piden respeto al consentimiento informado para recibir tratamiento, incorporación de las personas en la toma de decisiones y en la propia legislación y, sobre todo, campañas de sensibilización para romper prejuicios y tabúes que, en pleno siglo XXI, dejan a miles de personas en el ostracismo.
Como resulta tan determinante el contexto social y familiar de la infancia en la salud mental del adulto, no podemos esperar avances reales sin el respeto de los derechos de niños y menores. No sólo se trata de "promover" derechos, tan de moda en el lenguaje de los foros internacionales, sino de hacerlos cumplir y de exigirlos ante tribunales.
Ese derecho a la salud debe abordar con urgencia una salud reproductiva que frene la explosión demográfica. Podemos evitar la llegada de niños inocentes a un mundo en el que la "locura" suele convertirse en mecanismo de supervivencia.
(*) Periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias
Twitter: @cmiguelez
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