¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...
Al parecer, el único cuerpo existente en este vasto mundo es el de la mujer. Es el cuerpo del que se habla, del que se comenta, es el cuerpo al que se critica, es el cuerpo al que se le da consejos para mantenerse sano y bello, es el cuerpo que se mira, que se mide. Es el cuerpo que se persigue, que se conquista, que se desea. Y este cuerpo femenino transita por el mundo vestido de encajes o sin ellos, con tacones altos o descalzo, con la boca pintada o sin pintura, con la boca hambrienta o saciada. Va pequeño, frágil, lozano, va rollizo, turgente. Va marcado por el tiempo, va con su olor o con el aroma del perfume prestado. Va con pollera, con pantalón, con un fino vestido, con uniforme. Lleva un atado a cuesta, lleva una canasta, una cartera, un maletÃn, una maleta.
Yo, mujer, le digo: libre del fracaso, de las frustraciones y mutilaciones que traen las sombras de los estereotipos, claro que el cuerpo masculino es un mensaje glorioso, pero un mensaje glorioso que recibo que percibo, que leo, tenga o no caderas estrechas, hombros masivos, abundante vellosidad, gran estatura, cejas espesas, partido el mentón, un jean apretado, una camisa de seda, unos calzoncillos sugerentes un perfume europeo.
El cuerpo masculino está -mensaje en cuanto condensación de señales- presente con su polaridad en un mundo en el que todo es par, bipolar, alterno y opuesto, complementario para lo completo del universo.
Puesto que el verdadero territorio, la patria única del ser humano está configurada por el cuerpo y el lenguaje, somos seres que habitamos, plenos, arraigados a un referente; si además de tener cuerpos, los pensamos; si además de hablar, decimos. La relación de ambas estructuras está determinada por el manejo de esta última: el lenguaje nos da la posibilidad de pensar nuestro cuerpo, de leer sus signos para prolongarlos, para pervivirlos en la palabra.
Estoy sola, camino con mi cuerpo figurado de mil formas. Escucho que me llaman: son nombres que dan cuenta de mÃ. No quiero estar sola, necesito responder enunciando para crear la existencia que me acompañe, que me sostenga. Voy a hacer que mi palabra establezca la posibilidad de la aparición del otro cuerpo, del cuerpo que deseo.
Mi gran drama, además de la existencia misma, es ser un ser definido por una polaridad en este mundo bipolar. Ser una de las caras de la moneda, ser un fragmento de una totalidad.
Mi gran búsqueda, además de aquella que se encamina en el intento de encontrar una resolución para mi existencia, es la búsqueda de ese otro ser definido por la polaridad opuesta a la mÃa, ese ser que es complemento, el otro correspondiente.
El Yin, principio femenino, la tierra, lo pasivo, lo negativo, el espÃritu del valle, lo umbrÃo.
El Yang, principio masculino, el cielo, lo activo, lo positivo, lo luminoso.
El Ying y el Yang, principios fundamentales, aspectos de una unidad, opuestos que se complementan y que son en tanto alternos.
Escribo: en la metáfora (siguiente la etimologÃa de la palabra metáfora) me transporto hacia el cuerpo que necesito. Me detengo frente y en la corporalidad del otro para leerlo, para recoger, recolectar sus signos y diseñar otros en intento de una comunicación, de una unificación.
Voy a decirle que existe. Voy a devolverle la totalidad de su territorio en mi escritura. Voy a realizar un pacto enunciativo que en su dualidad -ambos decidores- nos permitirá identificarnos.
El amor -organizador, renovador- me hace constructora de palabras, me potencializa para renacer al otro, para suscitarlo, para resucitarlo (como dirÃa Pizarnik).
El dios hindú del amor, Kama, posee cinco flechas dispuestas para su lanzamiento. Tienen en la punta flores: son los cinco sentidos.
Con el poema puedo hacer del otro complementario, amante, sujeto que al amarme reafirma mi identidad. Soy en cuanto amada: amo para ser. Por amor canto para dar figura al otro.
Del deseo de estar con la persona amada nace el flujo, la vertiente de palabra que transporta.
Al poetizar me crecen alas.
Un salto de nuestra condición de existentes caÃdos a la intemperie, desnudados bajo las estrellas y sus influencias, es afirmarnos como sujetos hablantes y como sujetos enamorados.
La poesÃa nos permite dar ese salto que es doble. La escritura y el amor: hablar de salvación ante la inminencia del naufragio.
Escribir, describir, construir lo propio, lo imaginario como antÃdoto del dolor de la existencia, como antÃdoto de la soledad.
Cantar para re-suscitar el cuerpo que nos acompañe, que irradie hacia nosotras la polaridad que nuestro ser no incluye en sà mismo. Cantar para resucitar el cuerpo que deseamos.
* Vilma Tapia Anaya. Cochabamba, 1960.
Poeta y escritora.
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresÃa Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del dÃa en PDF descargable.
- FotografÃas en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.