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Domingo 11 de octubre de 2015

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Cultural El Duende

De yatiris, misticismo y política en "Catre de Fierro" de Alison Spedding

11 oct 2015

Erika J. Rivera

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No hay duda de que la novela sociológica y antropológica de Alison Spedding, titulada Catre de fierro (La Paz: Plural, 2015; 460 pp.), despierta un gran interés histórico. Como un tejido de telaraña se entrecruzan varias temáticas ya articuladas anteriormente por la Religión en los Andes -como se llama otro libro de la autora-, en el cual son tratados temas similares. Catre de Fierro se despliega en 12 capítulos. Esta obra se inicia con el primer capítulo denominado "El agenciador de kuchus": "Todo se debe al Matías Mallku", personaje que silenciosamente atravesará la trama articulando tiempo y espacio, estratos sociales y la propia historia. Este personaje que representa al yatiri andino se sostiene coherentemente a lo largo de décadas en la novela porque su fundamento es el misticismo en la religión de los Andes.

Alison Spedding acertadamente escoge un aparapita como el personaje central de este primer capítulo y elige el Mercado Rodríguez y también el mes de agosto; articulación coherente de tiempo y espacio en el ciclo religioso andino. Pero también nos introduce a la problemática de la inmigración: de Inquisivi al corazón de la ciudad de La Paz, a la médula del problema. La construcción social de la que está hecha esta ciudad es similar al tejido social que conforma la religiosidad andina. La ventaja técnica, que simplifica la lectura de esta obra, es que posee un amplio glosario. Por lo tanto el recorrido de los espacios geográficos y los distintos estratos no afectan la comprensión de la misma. Del Mercado Rodríguez pasamos a la avenida 20 de Octubre, del aparapita a los ingenieros, pero entrelazados por la secuencia mística. Ya no importa la cantidad de páginas a leer porque quedamos atrapados en la lectura con expectativa y hasta tenebrosidad, con asombro, y la inevitable incertidumbre entre ficción y realidad.

Spedding construye personajes ficticios que encarnan una cruda realidad. De la oscuridad salen a luz prácticas tenebrosas que elegantemente llamamos misticismo porque toda esta temática va más allá de nuestras construcciones racionales. Sin embargo son prácticas usuales no solo en uno sino en muchos estratos de nuestra sociedad. Esta novela combina el trabajo de campo antropológico con la ficción. Por esta razón Spedding elabora un personaje que encarna las funciones de la observación exacta. Nemesio no está exento de la religiosidad, ni de la idea de justicia distributiva o retributiva. El protagonista nos atrapa literariamente: tratamos de intuir el final, atravesados por una perturbadora moralina: ¿En manos de quién está la vida y la muerte? Para continuar preguntándonos: ¿es creencia andina o asesinato? Tal vez la autora trata de mostrarnos la dura realidad de una religión que se ha transformado en instrumento para otros fines.

El agente de chukos (Nemesio) refleja los deseos, los anhelos, los sueños de un inmigrante para perderse en distintos sentidos en las frías calles del Mercado Rodríguez, Sopocachi y la Ceja de El Alto, sumergiéndose en la codicia y supervivencia sin importarle los medios para llegar a un objetivo. Encarna el sujeto moderno expulsado de un mundo seguro y comunitario, porque la novela nos muestra que ese mundo lamentablemente ya no existe ni siquiera en el ámbito rural. Entonces el protagonista se encuentra envuelto en lo más frío y cruel de esta ciudad; los marginados, los nadie, los que ya ni siquiera tienen el derecho a la vida.

Una perturbadora curiosidad y hasta morbosidad nos lleva a interpelar la razón encubierta en Catre de fierro ¿Será la esencia de lo que somos? ¿La constitución de lo andino? Intuiciones inciertas nos conducen a desenvolver esta terrible telaraña. Por ejemplo en la página 13, encontramos el siguiente diálogo: "Rézate tres Padrenuestros, tres Ave Marías y pedile perdón. Esteban se llama. Pirtumitay, Tata Esteban. Nayax jan juch´aiktti, jupax juch´aniwa. Uka wiraxucha juch´aniwa. Jupapiniwa jiwañamaw munixa� ya� Ahora cargalo y nos vamos -Sayt´aspan, sayt´aspan, jaya mara sayt´aspanay. Sum katimtaspaya -diciendo y se sirvió seco" (Perdóname, Don Esteban, yo no tengo la culpa, ellos tienen la culpa. Ese caballero tiene la culpa, él siempre quiere tu muerte. Que se pare, que se pare, que pare durante muchos años. Que se reciba bien).

Spedding cierra el primer capítulo con un movimiento geográfico urbano, desde la zona Sur hasta El Alto, para trasladarnos con una descripción minuciosamente geográfica y provincial para establecer la trama del próximo acápite en la vida rural.

El segundo capítulo aborda las miserias humanas que también existen en el mundo rural. Un notable mérito de la novela es mostrar los vínculos cada vez más estrechos y más problemáticos entre la esfera agraria y el mundo urbano. La superposición de dos ámbitos y el triunfo de lo cuantitativo sobre lo cualitativo son expresados en Justina, la pastora de ovejas de Saxrani, en el suegro y la suegra de Nemesio, en el yuqalla Diógenes de Locotani. En fin, cuando de dinero se trata no hay límites, no importa si se es urbano o provinciano. Y con toda naturalidad Spedding nos presenta en este capítulo a los personajes que representan el movimiento de tiempo y espacio histórico en el país, o por lo menos en una parte de occidente. La novela se desenvuelve en Inquisivi como eje neurálgico del movimiento geográfico entre La Paz, Oruro y Cochabamba. También nos habla de Frutillani, Naranjani, Warmi Jiwata, Suri y la fiesta de San Andrés el 30 de noviembre. Podemos observar la construcción y recreación de un sin fin de localidades fantasmas que cobran vida y fuerza en el contexto de la novela.

En los siguientes capítulos nos toca desenredar la telaraña y armar el rompecabezas de los personajes porque todos representan un papel en la historia del país. Magistralmente los personajes son puestos en escena para exhibir una curiosa mirada del presente, pero desde el pasado. Entonces empezamos a comprender la urbe con orígenes rurales, y recordamos que la constitución de las grandes ciudades emerge de un pasado agrario-rural y que ni siquiera los hacendados se salvan de ello. La novela contiene severas críticas a prácticas incestuosas. Es evidente que Alison Spedding puso en práctica su Breve curso de parentesco (La Paz: Mamahuaco, 2003), libro en el que investiga a profundidad las relaciones de la descendencia andina. Retornando a la novela, podemos percibir un movimiento histórico singular, relacionado a la hacienda, lo que nos permite retroceder en la historia mucho antes de la Revolución de 1952 y la Reforma Agraria, y por ello nos damos cuenta de los procesos de aparente transformación que se van reproduciendo y repitiendo circularmente con el simple cambio de la traslación geográfica. Los personajes nunca se reconocen entre sí, pese a que todo gira en torno a la familia Veizaga. Casi siempre los protagonistas interactúan con otros Veizaga, que no son estrictamente de la misma familia. Así se consolidan los complejos, traumas y rencores que se arrastran décadas y hasta siglos, porque cuando se trata de explicar el origen de la tierra y el derecho propietario se recurre al mito que evoca la llegada de los españoles. Pero la novela no se queda ahí; también nos relata cómo la comunidad se va reconstituyendo para trasladarse al área urbana. También podemos comprender el origen del narcotráfico consolidado en el contexto del Chapare y sobre todo las raíces de los grandes capitales que hoy rotan en el comercio de línea blanca y el contrabando.

Es interesante como la estructura familiar con sus conflictos individuales y privados refleja los diversos procesos sociohistóricos, políticos y económicos en el país, articulando las distintas lecturas que se han realizado hasta el momento por las ciencias sociales. Novela compleja, pero a la vez sencilla que nos muestra problemas de género. Todo ello que nos permite pensar irónicamente sobre posiciones aparentemente feministas, pero que de igual modo reproducen y consolidan prácticas patriarcales y patrilineales. Considero que a pesar de que la novela cuenta una trama familiar y privada, esta también nos permite una mirada crítica a las instituciones del Estado. Por esta razón esta obra es la continuación de una investigación etnográfica de la misma autora acerca del sistema carcelario, publicada bajo el título: La segunda vez como farsa. Etnografía de una cárcel de mujeres en Bolivia (La Paz: Mamahuaco, 2008).

Finalmente, Alison Spedding nos presenta una obra perfectamente articulada para la comprensión de lo boliviano para los bolivianos. Por su gran habilidad de representación geográfica e histórica, una persona ajena a nuestro contexto también podría entender este texto literario. Pero quien mejor que nosotros mismos para reflexionar sobre nuestros complejos y traumas y para hacer posible la superación de nuestras patologías. El gran logro de Spedding es llevar los resultados de sus estudios de campo (a través de herramientas etnográficas) a un gran relato crítico que se sitúa entre realidad y ficción. Al final la realidad contada, así sea exagerada como instrumento literario, nos permite tomar conciencia de acontecimientos acaecidos en el país. Entendemos, por ejemplo, que todo está en movimiento y que se transforma constantemente. Fuimos, seremos y somos es la lección de esta novela.

* Ã?rika Rivera. La Paz. Escritora y abogada

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