Cuando ya hemos superado los 7.300 millones de habitantes en el planeta, sus previsiones adquieren gran relevancia. Al tratar de la explosión demográfica, no vacilaba en afirmar que la mayor responsabilidad la tenÃa el Norte, no el Sur. El 20% del planeta, el Norte sociológico, ya estaba consumiendo el 80% de los productos. Subrayaba que China no tardarÃa en superar a Estados Unidos como el contaminante número uno, e India estaba a punto de superar a Rusia como el número dos. SugerÃa que era preciso transferir tecnologÃa para ayudar a los paÃses del Sur a resolver sus problemas ambientales.
No dejaba de señalar que la educación de las mujeres era el medio principal para que se produjera una maternidad querida y responsable. El dato no ha dejado de acentuarse al comprobar que, en los paÃses en donde las mujeres tienen el mismo acceso a la educación y a los puestos de trabajo y de responsabilidad que los hombres, no se producÃa esa explosión demográfica.
Ya en 1990, Estados Unidos, con solo con el 5% de la población del mundo, consumÃa el 26% del producto mundial siendo responsable de la mayor parte del consumo de energÃa y de las emisiones de gases tóxicos. Pero por más que se alertase del peligro existe una reacción ciudadana contra toda regulación gubernamental.
En su artÃculo "¿Hemos entrado en una nueva era?", se preguntaba si la disminución del peso del dólar, la irrealidad de los sueños europeos, las guerras en Medio y Próximo Oriente en beneficio de los grandes fabricantes de armas, asà como de los que mueven el mundo de los carburantes en su beneficio, la carrera armamentÃstica en Asia y la parálisis de la ONU son indicadores de un cambio que anuncian que hemos cruzado una lÃnea divisoria histórica que podrÃa señalar un cambio de Era.
Hacemos esta dolorosa reflexión cuando la opinión pública mundial está conmocionada por el escándalo de las grandes compañÃas controladas por los alemanes: Volkswagen, Audi, SEAT, Sköda, de ese crimen social de contaminación por cerca de doce millones de vehÃculos con un designio de contaminar brutalmente en los espacios no controlados mientras reducÃan las emisiones en el resto. Con premeditación, alevosÃa, engaño y desprecio de la ley aún a costa de la salud de millones de ciudadanos en otros paÃses. ¿Dónde ha quedado el mito de la calidad, seriedad y excelencia en la industria alemana? ¿Asà pretenden convertirse en los adalides de Europa? Avergüenzan las polÃticas del Deustche Bank, de Siemens y de tantos otros instrumentos de presión aún a costa de la supervivencia de millones de seres en la misma Unión Europea.
Muchos expertos en tecnologÃa se entusiasman con la revolución en las telecomunicaciones y sus consecuencias para las autoridades tradicionales y los nuevos movimientos de liberación. De ello hay pruebas con la "primavera árabe" y en movimientos populares con propuestas radicales y asamblearias que pueden conducir a una desesperación explosiva o a movimientos mesiánicos que destruirÃan los logros sociales de libertad, justicia, participación y sobriedad compartida.
Esos indicadores quizás nos anuncian que entramos en un mundo convulso incapaz de controlar su destino. ¿Alguien sabe que 500 años de historia, que representan el mundo de 1500, están a punto de terminarse?
Europa nunca ha sido un "continente", a pesar del eurocentrismo que ejerció durante unos siglos, y que desde hace milenios, en China y en Japón, nos situaban en el "extremo oeste de Asia, en donde viven personas rudas que visten pieles, habitan grutas, hablan a gritos y comen con las manos", según documentos japoneses del s. XVI. En el Far West.
Sólo habrÃa que añadir que somos incapaces de controlar nuestra explosión demográfica mientras destruimos el medio en el que vivimos, nos movemos y somos.
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