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Viernes 09 de octubre de 2015

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Perspectiva Minera

Marear la perdiz

09 oct 2015

Dionisio J. Garzón M.

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Los tiempos que vivimos son cuando menos atípicos en muchos sentidos, y en el sector económico no son la excepción. Hay mucha informalidad en los sectores productivos y uno no se percata cómo viene la mano cuando las condiciones de los mercados mandan señales de alarma por la caída generalizada de precios de los commodities, y sería lógico esperar un nivel de reacción en el país.

Sin embargo, todo parece navegar por aguas tranquilas, la gente está más preocupada por temas como la agenda del Papa; el juicio ante la CIJ en el tema del mar; la re, re, re, elección presidencial; los referéndums; el pensamiento de Marx; los clichés de moda en el sector minero como el extractivismo progresista y/o progresivo, minería virtuosa etc.; a los que se acude para disfrazar la realidad imprescindible de acudir a los recursos naturales para la generación de nueva riqueza. Mientras dura la plata que generó el megaciclo de precios altos que acabamos de vivir, parecería no importar que el valor de las exportaciones del país, según datos del INE (RES_2015_38), haya tenido una declinación del 31,5% hasta agosto, que en el caso de exportación de hidrocarburos tenga una reducción de $us 1.782,7 millones en ese periodo, o que empresas mineras privadas que tenían un buen desempeño empiecen a tener pérdidas (Sinchi Wayra perdió cerca de $us 28 millones y Manquiri, cerca a los $us 69 millones entre octubre de 2013 y septiembre de 2014, según la prensa especializada). Menos pareciera importar que los proyectos metalúrgicos de Karachipampa y Vinto tengan problemas, o que el Mutún no pueda pasar de la categoría de elefante blanco en más de medio siglo. Y podemos seguir.

En tiempos idos este panorama habría ocasionado una eclosión social y política, pero hoy no ocurre nada. Pareciera que el elixir mágico de la informalidad obrara como catalizador; pareciera que gran parte del circulante monetario viene de esa fuente y, por consiguiente, los efectos de la crisis del sector productivo se atenúan para la gente, por lo menos en el corto plazo. Un ejemplo que podría ilustrar cómo funciona esto es el crecimiento desmesurado de algunas actividades como la minería aurífera, comentada frecuentemente en esta columna, la cual está alcanzando niveles alarmantes. Por caso, en Santa Cruz esta actividad tenía niveles muy bajos hasta los años recientes, pero hoy, de la mano de la minería aurífera, es el sector de mayor crecimiento de la última gestión (25,2%); y el valor de las exportaciones de este metal subieron de $us 48,3 millones en 2013 a $us 132 millones en 2014, un crecimiento de 173,3% en un año (Fundación Milenio, Informe de Coyuntura Coy 291). ¿Alguien sabe de alguna nueva mina de oro descubierta en Santa Cruz? ¿A qué se debe el repentino crecimiento de las exportaciones del metal en ese departamento? Solo hay una explicación: crecimiento del sector minero informal.

Sin embargo no todo es eterno, el oro se acaba, la plata se acaba, y el elixir también se acabará. Más temprano que tarde la situación saldrá de control y la búsqueda de equilibrios nos obligará a repensar lo que estamos haciendo, y ojalá a rediseñar la economía del país con base en las vertientes formales y de alta tecnología de los sectores productivos. Lo contrario confirmaría un comportamiento común en la historia de los pueblos, pero incorrecto, marear la perdiz con temas coyunturales mientras pase la tormenta, ganar tiempo mientras la agenda política avanza, postergar lo importante para las calendas griegas.

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