Tendido bocabajo, el general Gary Prado Salm贸n es un hombre que sabe muchas cosas.
Fue confinado a una silla de ruedas en 1981, cuando una bala perdida lo alcanz贸 en la columna mientras sofocaba un alzamiento encabezado por Carlos Valverde Barbery.
Cubierto por la sombra del Che Guevara, desde que lo capturara el 8 de octubre de 1967, Prado vive tore谩ndole a la muerte que lo hiere pero no lo vence. Intentaron matarlo en Brasil y, en cambio, liquidaron de ocho disparos a un militar alem谩n que se le parec铆a. Lo del tiro en la columna vino despu茅s pero no fue con intenci贸n de matarlo.
Ahora ya ni siquiera puede estar en su silla porque unas heridas en la espalda lo obligan a permanecer echado de pecho. Aun as铆, acude a las audiencias en el juicio por terrorismo instaurado a ra铆z de la muerte de Eduardo R贸zsa Flores, 脕rp谩d Magyarosi y Michael Dwyer. Asiste en camilla, responde a las preguntas desde la camilla pero no pierde la dignidad.
Est谩 convencido de que lo incluyeron en ese juicio para cobrarle factura por la captura del Che y, como lo hizo siempre, no piensa rendirse.
Este 8 de octubre se cumplir谩n 48 a帽os de aquella captura y, pese al tiempo transcurrido y a todo lo que se ha investigado, hay m谩s dudas que certezas.
Se sabe, s铆, que Ernesto Guevara de la Serna fue capturado vivo por el grupo que comandaba Gary Prado. Se sabe que fue asesinado a sangre fr铆a el 9 de octubre por un oscuro sargento. Se sabe que su muerte fue el principio de una devoci贸n que parece m谩s fuerte 48 a帽os despu茅s.
Se saben muchas cosas pero son m谩s las que no se saben. No se sabe, por ejemplo, si el Che sab铆a que su misi贸n en Bolivia estaba condenada al fracaso. No se sabe si lleg贸 aqu铆 e inici贸 su aventura guerrillera a sabiendas de que morir铆a. No se sabe si sab铆a que su muerte iba a extender la vida de la revoluci贸n cubana.
Yo no s茅 si el general Gary Prado sabe de esas cosas. Cuando investigaba la identidad del asesino del Che, descubr铆 que 茅l sab铆a qui茅n era y d贸nde viv铆a pero tambi茅n me enter茅 que ni siquiera a este gobierno, autoproclamado socialista, le interesa su nombre.
Dejan al asesino del Che en paz y persiguen a Prado, el que lo captur贸 con vida. Aquel, el que le dispar贸, vive feliz su vejez en el centro mismo de Santa Cruz mientras Prado enfrenta a la justicia bocabajo, en una camilla. Esa es una de las tantas contradicciones que me desconciertan de un gobierno que no termina de definir su identidad ideol贸gica.
(*) Es Premio Nacional en Historia del Periodismo
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